CFK, Dilma, Maduro: la regresión de modelos equivocados
A miles de latinoamericanos nos preocupa la llegada de gobiernos de la
derecha clásica, con su ajuste directo, su relación con el imperialismo y
su estrategia antipopular. Hoy hace falta una política que parta de la
unidad en las luchas contra Macri en Argentina y en Brasil contra Temer,
sumando a esto la denuncia de los planes de la MUD en Venezuela.
A la vez es importante reflexionar sobre por qué se llegó a esto. Hay
representantes del proyecto del Partido de los Trabjadores (PT) y del
Frente para la Victoria (FPV) que explican la caída de sus gobiernos por
el accionar golpista de las derechas, el PSUV de Maduro ya se sumó a
esta tesis anunciando que también le estarían preparando un golpe. La
realidad es más compleja y tiene, junto al accionar de las derechas,
como centro de las causas del fracaso de estos gobiernos, su negación a
realizar cambios estructurales.
El gobierno de Maduro en Venezuela, el de Argentina bajo CFK y el de
Brasil bajo Dilma, no siendo iguales entre sí tienen en común que no
hicieron un modelo emancipador, y realizaron de una u otra forma
políticas de ajuste que los hizo romper con grandes franjas de la
población. De ahí nace el espacio político que recuperan sectores de
derecha, a causa del descontento creciente.
Así en Brasil una maniobra reaccionaria de la derecha dio origen a un
gobierno transitorio que es reaccionario, nacido de las entrañas del
régimen que el PT defiende. Como plantean los dirigentes del MES/PSOL
Roberto Robaina e Israel Dutra: «Con
la victoria del impeachment tenemos un cambio de gobierno claro. El
régimen no cambia, pero el gobierno deja de ser social liberal, -en los
últimos dos años social liberal paralizado y en crisis completa-, para
dar paso a un gobierno burgués reaccionario. En esta definición es
necesario el rigor marxista. No hubo un cambio de régimen político. En
ese sentido no solo no estamos en el 64, lo que sería ridículo afirmar,
pero tampoco como en Honduras o en Paraguay, a pesar que lo de Paraguay
es más parecido por la capitulación del gobierno Lugo. No podemos decir
que el gobierno haya resistido de forma seria. No hubo resistencia, hubo
una disputa política para establecer un discurso y una apuesta
permanente en las instituciones del régimen».
En Venezuela la ruptura de Maduro con el bolivarianismo es visible. ¿Qué
la derecha actúa fuerte? Claro que sí. Pero es el gobierno quien
ajusta, no garantiza el acceso de la población a medicinas y alimentos,
realizó el desfalco sobre ingresos petroleros e impulsa la entrega del
oro a corporaciones. Carlos Carcione de Marea Socialista bien dice: «Con
el Decreto 2323, la tentación autoritaria que durante meses vino
mostrando la cúpula del gobierno se encuentra frente al delgado límite
de una medida extraordinaria que, de imponerse en todo su alcance,
deroga, de hecho, las garantías y derechos constitucionales y suprime la
república como forma de gobierno. Por medio del decreto el gobierno ha
declarado a viva voz su voluntad de transformar un régimen político
democrático, en uno bonapartista clásico: totalitario, reaccionario y
represivo».
Mientras enfrentamos a Macri, aquí también hay que ver que pasó. Años de
ascenso económico le dieron al kirchnerismo la posibilidad de provocar
cambios estructurales y no los hizo, no por no poder, sino por no
querer; es CFK quien se define defensora del capitalismo y así tomó
medidas tibias, parches, sin tocar a las grandes corporaciones los
problemas sociales siguieron, mientras Monsanto, Chevrón, Barrick,
Cristobal López, Báez y otros se enriquecieron bajo el modelo del FPV.
Saquemos conclusiones del fracaso de estos gobiernos, veamos sus errores
y sus relaciones de casta con el poder capitalista. No avalemos la
tesis del «no se puede más», ese posibilismo derrotista que frena.
Sudamérica pudo haber hecho otra cosa, un ALBA real, con moneda común,
banco común, intercambio solidario de productos, control estatal del
comercio y el sistema financiero, control social de las grandes riquezas
y expulsión de las corporaciones extractivas. Apoyados en la fuerza de
los pueblos sí se puede plantear ese camino, por eso la tarea frente a
las nuevas derechas no es defender proyectos que fracasaron, sino
construir nuevas alternativas desde la izquierda, que se jueguen a tomar
medidas de fondo y a disputar el poder político.
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