Powered By Blogger

domingo, 31 de julio de 2016

¿Que separa a la revolución bolivariana chavista del Populismo, del Desarrollismo y el Neoliberalismo? Parte I Alexander Kordan Acosta R. 

                De acuerdo con el recorrido histórico del fracaso de los modelos de los regímenes políticos y los modelos económicos implementados en Venezuela desde los años 60 y 70 del siglo XX con el desarrollismo y el populismo, asimismo en los años 80 y 90 del mismo siglo, con el neoliberalismo, ¿Qué podemos aprender del pasado, comparándolo con la crisis actual de la revolución bolivariana, en su primera conmoción política petrolera?  ¿Qué podemos conocer, en qué aspectos coinciden la situación actual con la crisis de los anteriores modelos pasados y si en verdad, ella, la revolución chavista en que se separa del Proyecto Nacional, del Legado de Chávez, en medio de tanta confusión política e intereses políticos y económicos?.

En relación con el populismo y el desarrollismo, ¿En verdad la revolución bolivariana emprendió, la transformación estructural de la economía que permitieran superar el rentísmo petrolero mediante la industrialización?, allí están los ejemplos de la empresas de tecnología de punta, de producciones celulares, de satélites, tractores, autobuses, entre otros. Sin embargo, en forma general,  La industria nacional no sustituyó los bienes importados sobre todos de la industria agroalimentaria, de higiene y fármacos y menos aún si no pudo competir en el mercado internacional; vale decir;  ¿Si el aparato productivo no fue adecuadamente articulado a “la economía social”, mejor dicho,  si no se crearon valores y actitudes que impulsaran el desarrollo social y económico endógeno en el largo plazo de manera sostenible y sustentable?, Por otra parte; también debemos preguntarnos ¿Si el Estado, no fue capaz de “llevar” el desarrollo a las comunidades, si éstas no contaron con la suficiente autonomía, apoyo político y económico? ¿Hubo o no, una visión estratégica de largo plazo, de desarrollo sostenible y sustentable o si las comunidades continuaron al margen en la conducción del desarrollo?. ¿Qué separa a la revolución bolivariana de estos modelos del pasado en base a estas interrogantes?

Debemos analizar y comparar en relación con el neoliberalismo, ¿porque si se evidencia en esta crisis: la fuga de capital en medio del control de cambio, el porqué de la devaluación de la moneda, se ha experimentado paralización del gasto público, existe  o no desregulación de precios, empleo y salarios, ha disminuido los subsidios y aranceles, se sabe de la aplicación de políticas de ajustes, de shock social, además se ja comprobado o no la retirada del Estado frente a las empresas (el mercado),  ha quedo expreso, el restablecimiento de Venezuela como proveedor seguro de los Estados Unidos, se ha deteriorado la inversión social, han privatizado o no los servicios públicos, se ha dado, imitación de la producción en favor de las importaciones agroindustriales, se establecieron políticas de sobreproducción petrolera, ha quedado claro, la obediencia al imperialismo de los Estados Unidos en la implementación de políticas públicas?.  ¿Que separa a la revolución bolivariana chavista de este  modelo?.

Parte I

El Populismo y la revolución bolivariana y chavista

¿Qué podemos aprender del pasado, comparándolo con la crisis actual de la revolución bolivariana, en su primera conmoción política petrolera?  ¿Qué podemos conocer, en qué aspectos coinciden la situación actual con la crisis de los modelos pasados y si en verdad, ella, la revolución chavista se separa del Proyecto Nacional, del Legado de Chávez, en medio de tanta confusión política e intereses políticos y económicos que vincula a la revolución y el gobierno chavista de Maduro con el populismo, el desarrollismo y el neoliberalismo?.
Veamos las cadenas del pasado. Mario Sanoja Obediente e Iraida Vargas Arenas nos indica que  “A partir de las primeras décadas del siglo XX, el auge de la explotación del petróleo exacerbó los componentes culturales más negativos del modelo socioeconómico rentista liberal burgués en la sociedad venezolana, dando origen a lo que conocemos como la Cultura del Petróleo. Los estilos de vida de dicha cultura fomentaron y siguen fomentando en las y los venezolanos – -vía las campañas mediáticas y las industrias culturales- sentimientos de dependencia, auto desprecio y marginalidad, la disociación de las mentes y la transculturación que genera lealtades hacia el "American way of life".La cultura del petróleo crea tanto normas de ética social como una filosofía de vida cuyo objeto es adaptar la sociedad venezolana a una condición de productora y exportadora de materias primas, al consumismo exacerbado de todo tipo de mercancías, del confort que estas supuestamente producen, reforzado e institucionalizado por técnicas publicitarias que disocian a los venezolanos de su propia realidad, convirtiéndolos en sujetos dominados por las transnacionales o los monopolios venezolanos como es el caso hoy día con Empresas Polar” (1).

Las cadenas de la cultura del petróleo: El populismo

“La cultura del petróleo”, como la llamó en su tiempo Rodolfo Quintero, en relación a los los sentimientos de dependencia del exterior, el desprecio al trabajo interno, por el valor del trabajo, por la capacidad de producir, la desvinculación del hombre con su entorno, la desadaptación a su medio ambiente y social, la perdida de la condición de productora de los propios medios de vida, la dependencia mono productiva como dice Luis Britto García, “Una tradición de dependencia instaurada desde tiempos coloniales indujo a la región a dejar de producir para sus necesidades internas, para concentrarse preponderantemente en la exportación de unos cuantos bienes con poco valor agregado, o commodities” (2). Mejor dicho; “Desde la dominación colonial, latinoamericanos y caribeños han sido reducidos por sus oligarquías a vender una sola cosa a un solo pueblo: primero a España o Portugal, luego a Francia e Inglaterra, finalmente a Estados Unidos. Esta mecánica ha funcionado con el oro y la plata, luego con el azúcar, el café, el cacao, el ganado, el estaño, el cobre, el hierro, los hidrocarburos. La dominación de las oligarquías importadoras llevó a Venezuela durante un siglo a vender sólo petróleo a un solo grupo de pueblos: Estados Unidos y sus aliados europeos” (3).

Comencemos por mirar de cerca el contexto del populismo. "Con el golpe de Estado de 1945 y la llegada al poder de Acción Democrática, la visión capitalista sin desaparecer da paso a una visión de corte populista—paternalista y proteccionista—. Según el nuevo gobierno no podía dársele un destino productivo al ingreso petrolero si antes no se le garantizaba los mínimos niveles de vida a la población; en salud, alimentación, vivienda educación, empleo y salario. El gasto social era prioritario y en el fondo la única forma de asegurar a posteriori la eficiencia del gasto en inversión" (4). Dichas políticas se hicieron también eco desde 1958 en adelante, ocupando la década de los 60 y 70 del siglo XX, políticas tales como expansión del gasto público, formas de estímulos fiscales, formas crediticia de la banca pública, las compras del Estado, subsidios, entre otras de apoyo económico a la empresa privada estimulando a su vez el crecimiento económico, el modelo de acumulación del capital privado apoyándose en el rentísmo petrolero.
Ahora bien; ese modelo productivo requería de infraestructura, carreteras, medios de comunicación, de mano de obra calificada, democratización de la escuela, desde la primaria hasta la universidad, formando técnicos medios y superiores para la industria y el comercio, de fuerza de trabajo alimentada con niveles mínimos de calorías, de niveles adecuados de salud brindándole atención médicas en módulos de salud, hospitales en forma gratuita, además de acceso a viviendas populares, empleo y salario, todo esto dentro del marco del capitalismo de Estado para asegurar sin la inversión del capital privado en desarrollo social un destino más productivo para la empresa privada, para elevar fácilmente su tasa de acumulación de capital, las condiciones para el desarrollo capitalista privado a expensa de la renta petrolera.

De manera pues; El populismo creo, un cambio estructural del desarrollo económico y social, dependiente del rentísmo petrolero, creando avances en los servicios públicos, de salud, educación, vivienda, empleo, industrias, comercio, pese a todo ello, la expansión del gasto social colapsó, la sociedad no se hizo más independiente, más libre, más equitativa, más o menos homogénea, como es del conocimiento histórico, las clases gobernante fracasaron, (Adecos y copeyanos) primero con su Populismo de la década de los 50 y 60 así como parte de los 70 del siglo XX. Los problemas sociales no se resolvieron,  los problemas de la vivienda, el urbanismo, la infraestructura de los servicios públicos, educación, salud y empleo, persistieron, la siembra del petróleo no fue suficiente para atender las necesidades sociales acumuladas históricamente. Concretamente; “la gestión social tuvo un carácter meramente asistencialista y paternalista, estrategia del bipartidismo puntofijista dirigida a consolidar las redes clientelares y buscar apoyos electorales. Los recursos económicos otorgados por el Ejecutivo Nacional fracasaron al no cubrir gastos de operación ni ayuda técnica y financiera a las organizaciones comunitarias, centrando su esfuerzo en las estructuras burocráticas municipales que desviaron o dilapidaron los recursos” (5).  

Los problemas del desarrollo crecían, a la par una sociedad desigual, se polarizaba, unos vivían en el paraíso y otros en el infierno, la renta se distribuía de modo desigual, se estratificaba la sociedad, el desarrollo era desigual, se beneficiaban más a la burguesía con su modelo productivo que a los trabajadores, estos trabajaban y trabajaban, para siempre vivir en la pobreza social, los amparaba apenas la política asistencialista del Estado, de la cual se aprovechaban las clases en el poder para continuar ejerciendo la hegemonía, hasta que el Estado no soportó el gasto público, los recursos económicos mermaron con la crisis petroleras de los 70 del siglo XX, el despilfarro, la corrupción hicieron también lo suyo, colapsar el Populismo, las empresas no se quedaron atrás, saquearon también la botija petrolera, con créditos que no pagaron de las cuales se sirvieron, la gestión del Estado fracasó.

Más allá del populismo: Poder al pueblo

Viene la pregunta, ¿en que coincide esta crisis con la revolución bolivariana, que la diferencia del pasado, como se vincula en etapa con El Populismo, si en verdad se separa del proyecto nacional bolivariano, del chavismo?. Por todo es conocido la política de redistribución de la renta petrolera por Chávez, la recuperación de la población de los estragos del neoliberalismo, a donde la había llevado ese modelo económico y su régimen político, por lo que adoptó un destino social a la renta petrolera, más que un destino productivo, (a la empresa privada), gran parte del presupuesto nacional se orientó a saldar la deuda social, en salud, educación, vivienda, empleo, etc., garantizando niveles cada vez más superiores de vida, mayores índice de desarrollo humano, al parecer la política de eficiencia social del gasto, era el centro de la política de Chávez, al punto que se le comenzó a calificar de “Populismo radical”, populismo de izquierda, de sostener un clientelismo político mediante el gasto público.
Al respecto agregan Sanoja y Vargas que “La vía socialista adoptada por la Revolución Bolivariana, por el contrario, incidió profundamente en los procesos de inclusión de la población venezolana, saldando buena parte de la terrible deuda social que dejaron 200 años de vivir bajo el capitalismo liberal burgués, mejorando hasta niveles no conocidos anteriormente los índices de salud, educación, vivienda, tecnología y conciencia social. Esta estructura institucional creada por la Revolución, es la que ha permitido a la sociedad venezolana paliar hasta ahora el impacto de la crisis petrolera, los efectos perversos de la guerra económica, el desabastecimiento selectivo y la inflación inducida por el imperio y la burguesía venezolana. La vía socialista señalada por el Comandante Chávez, si bien ha logrado transformar las condiciones materiales y subjetivas de vida de nuestra población, debido a la baja productividad que persiste en la economía venezolana no ha logrado todavía independizarnos de los factores capitalistas de dominación económica, representados tanto por las transnacionales como por los monopolios y oligopolios venezolanos que dominan la importación de bienes y el ensamblaje de productos alimenticios, medicinas, autopartes, tecnología, conocimientos científicos y la producción de saberes” (6).

Ahora bien; ¿que separa la política populista de la revolución bolivariana?, no hay duda, que la revolución bolivariana “deja de ser asistencialista”,  pese a que le atribuye a través de las Misiones,  constitucionalmente hablando, le otorga poder al pueblo, derechos políticos de participación popular en los asuntos públicos, del bienestar social, en las Misiones, lo empodera de las mismas, para hacerse dueño del petróleo, soberano, vá soltando el Paternalismo de Estado, transfiriendo poder al pueblo, otorgando créditos a las cooperativas, a los fundos zamoranos, a los núcleos de desarrollo endógeno, económicamente procurando construir otro modelo productivo, de producción social, a romper con el clientelismo del Estado, hacer que el pueblo soberano fuese más libre, practicando el lema,  “solo el pueblo salva al pueblo”, a que el mismo se sirviese, asumiera la gestión social, económica y política de su desarrollo, estas políticas las estimuló el chavismo, como también continúa en manos de su sucesor, Nicolás Maduro mediante las Bases de Misiones y otras más recientemente.

El trabajo libre y cultura productiva: cuenta pendiente

Pero hay un punto álgido de la cuestión, el trabajo, el significado que tiene el trabajo para el socialismo, la importancia del trabajo libre, emancipado de la explotación social del capital, para ello fueron las empresas de producción social, la organización del pueblo trabajador en las comunidades, la ayuda del Estado a impulsar la economía social. Sin embargo no ha sido fácil, aunque se han transferido millones de bolívares, no ha sido eficiente el gasto en las inversiones productivas, muchas empresas desparecieron, dejaron de funcionar, se disolvieron, etc., es decir básicamente,  “No se crearon valores y actitudes que impulsaran el desarrollo social y económico en el largo plazo; Las organizaciones que supuestamente “llevarían” el desarrollo a las comunidades no contaron con la suficiente autonomía, apoyo político y definición de su rol, por lo cual se ejecutaron actividades sin visión estratégica de largo plazo, sin posibilidades de sostenibilidad” (Ídem).

Estamos hablando de que no se preparó en asumir la ética productiva, de la ética socialista, de un cambio de las relaciones sociales de producción, de la consciencia socialista del trabajo, de llevar plenamente el desarrollo por otros cauces distinto al capitalismo, con autonomía, independencia, desarrollo endógeno, articulado con el gobierno, definiendo sus papeles, ejecutando actividades de coordinación desde la producción, la distribución y el consumo, creando redes productivas y de consumo, con visión planificada del desarrollo, con posibilidades de sostener el desarrollo ecosocialista. El burocratismo evitó esa articulación, aunque las comunidades no se quedaron al margen del desarrollo, ellas participaron para finalmente, excluirse, muchas fracasaron, por carencia de formación sociopolítica, socioeconómica y gerencial. Con la disminución de las asignaciones a estos medios de producción social, disminuyeron sus capacidades y potenciales.
Con la crisis actual de la caída de los precios del petróleo, asimismo de las divisas, el gobierno bolivariano se ha replanteado un nuevo desafío, estimular el capital productivo, romper con la cultura rentista de petróleo,  por eso, “La política socioproductiva propuesta y puesta en ejecución por el Presidente Maduro, privilegiando el capital productivo sobre el comercial, combate la perversa tendencia histórica que se inició desde el siglo XVIII, la cual permitió que la burguesía parasitaria, en sus diferentes encarnaciones a lo largo de tres siglos y medio, se apoderase tanto de los recursos de Venezuela como de la vida de las y los venezolanos. La forma de capitalismo rentista venezolano es un caso digno de estudio, ya que se asemeja más a un capitalismo de Estado donde éste sería el patrón que paga el salario en dólares a los empresarios que son sus empleados, para que estos se enriquezcan y acumulen un capital que luego ni invierten ni arriesgan en el desarrollo de sus empresa en el país, desviando las ganancias no hacia la economía real venezolana sino hacia la especulativa… en los mercados offshore” (7).

Fuentes consultadas:
1.-Sanoja Obediente, Mario y Vargas Arenas, Iraida, “La crisis del capitalismo y el agotamiento del modelo rentista venezolano”, Aporrea, 05/07/2016 
2.- Britto García, Luis “Crisis y mono producción.
3.-Sanoja y Vargas, Ob. cit.
4.- Rodríguez Rojas, Pedro "A 80 años de una consigna… La imposibilidad de la siembra del petróleo", Aporrea, 14/07/2016.
5.- Gobierno en Línea Modelo de desarrollo en Venezuela” en (http://www.aporrea.org/imprime/a9668.html).
6.- Sanoja y Vargas, Ob. cit.

7.-Idem

domingo, 17 de julio de 2016

¿Es el chavismo neopopulista?

¿Es el chavismo neopopulista?: Se trata de responder a una incógnita politica, si el chavismo es populista en Venezuela, puesto que mucho no lo tienen claro, hacemos un aporte a la discusión del problema. Dice Javier Biardeau “Un tópico recurrente en marxistas y liberales fue acusar a los populismos de demagogia...

lunes, 11 de julio de 2016

El modelo de sustitución de importaciones y el caso de la empresa Kimberly Clark en Venezuela

El modelo de sustitución de importaciones y el caso de la empresa Kimberly Clark en Venezuela: Esta es la tragedia de una transnacional que amenaza de irse del país porque el Estado no le vende las escasa divisas que dispone para comprar alimentos y bines necesarios, dejando a sus trabajadores sin empleos. Define la fuente de Wikipedia “la Industrialización por sustitución (llamada tam...

miércoles, 6 de julio de 2016

Porque no somos el Tercer Mundo

 Por: |


Siento que la sociedad camina siempre hacia el lado contraria al que camino, siempre es molesto oír conversaciones donde catalogan a los países del Sur de América como un tercer mundo. Cuando oigo esa frase, en mi cerebro se produce un choque eléctrico que no resiste y reacciona en contra de semejantemente insulto. Me pregunto por qué muchos de nuestros ilustrados y connotados escritores siguen acuñando semejante insulto. La colonización mental no permite que se haga un esfuerzo por discutir este termino tan degradante para los suramericanos. Es más, como que sienten orgullo al catalogarse a sí mimos como tercermundistas, simplemente porque en Europa después de la segunda guerra mundial se les ocurrió clasificar el mundo: Primer mundo a los aliados de la OTAN; Segundo mundo a los Socialistas y el Tercer mundo Sur América, de acuerdo a sus apetencias hegemónicas. No se quien les da la autoridad para ungirse como los mejores del mundo, simplemente porque tienen el poder bélico para invadir, exterminar y robar los recursos de los demás países.
Porque no somos Tercer mundo:
  • Los suramericanos nunca han salido asesinar pueblos.
  • No hemos exterminado a 90 millones de aborigen de ningún continente.
  • No hemos salido a violar, ni a empalar a ningún ser humano.
  • No hemos creado bombas nucleares para el exterminio.
  • No hemos creado armas químicas como forma de exterminio.
  • No hemos lanzado bombas nucleares, ni de racimo, ni de fósforo para matar niños y exterminar etnias.
Ahora, alguien me puede explicar porque esta gentuza asesina y ladrona viene a decirnos en que categoría esta nuestro mundo. Y como nosotros mismos seguimos acuñando términos que nos degradan. Leí por ahí, que el primer mundo distribuye las riquezas, y que por eso ellos mismos se colocan su lugar, quisiera saber que merito tiene robar a los demás sus riquezas; quisiera saber que tiene de merito asesinar a niños y pueblos completos, con bombas y luego catalogarse como primer mundo.
Hoy observamos, como en Europa se ahoga la gente escapando de la barbarie de la guerra, llegando a las orillas de los mares de Grecia y de España, pero a estos pases los llamamos Primer mundo. Dicen estos que reparten las riquezas de forma equitativa, no sera mas bien que roban equitativamente a sus vecinos, y nuestro continente.
Lo único que puedo decir, en favor de ese Primer Mundo, es que desde que llegaron a nuestras mares, la Pinta, la Niña y la Santa María, las carabelas de Cristóbal Colón en 1492, llego a este continente la barbarie, la prostitución, el robo y el saqueo, y por su puesto nos sumieron en el submundo de las miserias mas obscenas, heredadas hasta nuestros días. Llegaron con su religión mundana, donde, rezando un Ave María o un Padre Nuestro se lavan los pecados, para luego seguir pecando.
Como Sur Americana no acepto tal categoría, para nuestras naciones, es hora que comencemos a respetarnos y hacer que nos respeten.

El FMI y su neoliberalismo "sobrevendido"

Por:  

El mismísimo Fondo Monetario Internacional acaba de publicar un artículo firmado por tres de sus economistas-investigadores (Jonathan Ostry, Prakash Loungani y Davide Furceri) y que ha salido en español con el insólito título de "El Neoliberalismo ¿Un Espejismo?" (el título original en inglés es "Neoliberalism: Oversold", más bien como sobrevendido).
Su contenido es alto extraño y atípico para el FMI. No parece obra de sus dogmáticos e intransigentes yuppies. Más bien se asemeja al resultado de un grupo de investigadores progresistas midiendo las nefastas consecuencias de los paquetes neoliberales por todo el mundo. Es como si un hacker hubiese colado el texto entre las publicaciones del odiado organismo financiero.
El artículo reconoce que la agenda neoliberal obligó a muchos países a implantar desatinadas políticas macroeconómicas que dieron vía libre a la "promoción de la competencia, a través de la desregulación y la apertura de los mercados internos, incluidos los financieros, a la competencia externa. El segundo es la reducción del papel del Estado, a través de la privatización y de límites a los déficits fiscales y la deuda que pueden asumir los gobiernos". Esta receta se aplicó sin cortapisas por todo el mundo, destruyendo en la apertura, a los mercados internos (principalmente a los sectores agrícolas e industriales), minimizando el papel del Estado y regalando a los capitales privados transnacionales las empresas públicas estratégicas (electricidad, agua, telecomunicaciones, banca, minería, etc.).
Sin desperdicio, esta gente analizó, como un maloso mea culpa, las consecuencias directas de las políticas de austeridad aplicadas para reducir el gasto público y la intervención del Estado, encontrándose con que, a pesar de la apertura financiera y los ingentes flujos de capitales, "Los costos en términos del aumento de la desigualdad son importantes. Esos costos reflejan la disyuntiva entre los efectos de crecimiento y los efectos de equidad que caracterizan algunos aspectos de la agenda neoliberal"; y resaltan que "el aumento de la desigualdad, a su vez, afecta negativamente el nivel y la sostenibilidad del crecimiento". Esta desigualdad no es otra cosa que la exclusión, pobreza y miseria para las grandes mayorías, los más humildes, las víctimas directas de la agenda neoliberal. Esto no fue así para los más ricos, que se beneficiaron por entero de los grandes flujos de capital. Las políticas de austeridad se tradujeron en hambre para los pueblos y vía libre para los banqueros.
En cuanto a la pregonada reducción del papel del Estado, los investigadores del FMI también encontraron que mientras más se liberaban las economías y crecían las deudas, también crecían con enorme rapidez las desigualdades sociales (Coeficiente de GINI). En este sentido, afirman que "Las políticas de austeridad no solo acarrean sustanciales costos para el bienestar a través de los canales del lado de la oferta, sino que también perjudican la demanda, agravando el empleo y el desempleo". Se resalta también el alto impacto por los limitados accesos a la educación, minimizando la supuesta igualdad de oportunidades y creando amplios cinturones de miseria.
Con espeluznante rigor, los economistas del FMI retratan la experiencia chilena en su "transición hacia el neoliberalismo". Señalada por el FMI como pionera en impulsar y aplicar las recetas neoliberales y como "un ejemplo de la combinación exitosa de los mercados con la debida regulación" (Stiglitz). Claro, olvidan mencionar que esas recetas fueron aplicadas personalísimamente por el monstruo Pinochet, que acabó a punta de sangre, fuego, desapariciones y exilios cualquier oposición o descontento al paquete neoliberal. Los pobres fueron excluidos y confinados a los cientos de precarios "campamentos", donde la miseria golpea sin consideración a niños ("un millón de niños viven en la pobreza"), mujeres, indígenas y toda la población rural. En contraste, las grandes oligarquías y las propias cuentas secretas del nada impoluto general Pinochet (casos del Riggs Bank de Estados Unidos y el Banco Atlántico de España) se llenaron de los dólares mal habidos durante la rapiña neoliberal ("un 1% de la población trabajadora, los "súper ricos", concentran el 30% de los ingresos, mientras que el 14,4% de los chilenos vive en situación de pobreza y un 4,5 % bajo la línea de la extrema pobreza"). Estos supuestos logros del FMI, lo que causan es vergüenza e indignación.
Queda claro el papel injerencista e intervencionista que ha tenido el FMI en decenas de países. País que no se plegara a las recetas del FMI y su agenda neoliberal, país que quedaba excluido del maná de los flujos de capital que volátilmente ingresaban a los países (capitales golondrinas), pero que en la mayoría de los casos se fugaban en los bolsillos de las élites dominantes, los banqueros y los rateros de cuello blanco. Eso sí, dejando imperecederamente y por décadas, millardos de dólares en monstruosas deudas en las cuentas de los países asesorados. Con sus arcas en blanco y sin acceso a nuevos créditos, los países disminuyeron la inversión en infraestructura y en el área social, generando mayor sufrimiento y precariedad para sus pueblos.
Más que sobrevendido, el debate apunta a cómo el neoliberalismo es el principal causante de la exclusión, miserias y desigualdades de los pueblos del mundo. Por donde pasan solo han dejado catástrofes y un largo rastro de miseria. Los investigadores del FMI están reflexionando a contra natura (con remordimiento quizás). Están disertando sobre algo que jamás van a entender, porque como decía el poeta Facundo Cabral, "el que ama el dinero lo más que lejos que puede llegar en la vida es a un banco"; y los teóricos neoliberales del FMI jamás van a poder comprender que los efectos colaterales de sus medidas de choque, no son números, sino humanos. Millones de seres humanos excluidos que sobreviven sin esperanzas. Son pueblos con memoria que saben muy bien que les han hipotecado su futuro.
Mientras que en el FMI se psicoanalizan y hacen meas culpas en su proceso de "evolución" institucional, las víctimas del neoliberalismo sabemos muy bien que el gran monstruo nunca cambiará. Los villanos nunca encontrarán el camino de la redención.

martes, 5 de julio de 2016

Economía enferma: planeta enfermo

  |


No puede haber una sociedad floreciente y feliz cuando la mayor parte de sus miembros son pobres y desdichados.
Adam Smith
I
Quien escribe estas líneas no es economista ni especialista en cuestiones ecológicas. Es un ciudadano más del planeta, ni rico ni famoso, uno más del colectivo. Pero como tal me considero con derecho –¿con obligación también?, moralmente, creo que sí– a opinar y a tomar partido por cuestiones que tocan a todos. La economía dominante de nuestras sociedades, el capitalismo, está enferma. O más aún: no ha enfermado recientemente sino que nació enferma. De hecho: tiene un mal incurable. Es genético, no tiene escapatoria.
Eso se evidencia en la injusticia reinante (aspectos estructurales), en los descalabros coyunturales como las crisis financieras que se viven cíclicamente (que pagamos, básicamente, los pobres), y en términos de perspectiva histórica como especie: la destrucción de la civilización es una cruel posibilidad, tanto por la catástrofe medioambiental en curso como por la guerra nuclear total. Según se nos dice con conocimiento profundo (la ecología es una ciencia ya ampliamente desarrollada), los actuales modelos económicos de producción y consumo están produciendo desastres en el medio natural con consecuencias catastróficas y probablemente irreversibles. Actuar contra el capitalismo es actuar contra la injusticia, y más aún: es actuar a favor de la sobrevivencia de la vida en nuestro planeta.
El capitalismo, guerrerista como es en su esencia, no puede prescindir de las guerras. Eso lo alimenta, es una escapatoria para sus crisis, es negocio. De hecho, en Estados Unidos, la principal economía capitalista, un 25% de su producto bruto interno viene dado por la industria militar, y uno de cada cuatro de sus trabajadores se ocupa en esa producción. Eso es una locura, sin salida, que nos tiene reservada la muerte como punto de llegada…¡pero eso es el capitalismo más desarrollado!
Valga este ejemplo: de activarse todo el arsenal atómico disponible en este momento (que comparten unas pocas potencias capitalistas con Estados Unidos a la cabeza junto a Rusia y China) no quedaría ninguna forma de vida en el planeta. Más aún: colapsaría la Tierra, probablemente fragmentándose, con efectos igualmente tremendos para Marte y Júpiter, en tanto las consecuencias de la onda expansiva llegarían a la órbita de Plutón…, pero todo ese espectacular desarrollo científico-técnico no logra terminar con el hambre en el mundo (un muerto por inanición cada 7 segundos). ¡Eso es el capitalismo!
Junto a esa catástrofe, tenemos el deterioro del medio ambiente. “Cambio climático” es un tendencioso eufemismo que encubre la verdad: el modelo depredador de desarrollo impulsado por el capitalismo ha provocado desastres monumentales en nuestro planeta. Si el clima cambia, no es por procesos naturales sino por la alocada intervención humana en búsqueda de lucro, de ganancia económica.
Según la hipótesis conocida como Gaia, formulada por el científico Lovelock, el conjunto de la biosfera –la atmósfera, los océanos y la superficie externa de los suelos– se comporta como un todo coherente donde la vida –su componente característico– se encarga de autorregular sus condiciones esenciales tales como la temperatura, la composición gaseosa de la atmósfera, la composición química y salinidad en el caso de los océanos, etc. Gaia, con su infinita paciencia de millones de años, y desde el punto de equilibrio en que se estabilice ante cambios catastróficos que pudieran sobrevenir, comenzaría siempre un nuevo proceso evolutivo de la biosfera residual (sea a partir de reptiles, de hormigas o escarabajos, o simplemente de bacterias extremófilas). De esta forma, Gaia juega así como un sistema auto-regulador retroalimentado que tiende al mantener el equilibrio de la biosfera y conservar un entorno físico y químico óptimo para la vida en el planeta. Pero una interpretación interesadamente errónea de esta teoría desprecia las cautelas del Principio de Precaución alegando que no hay que preocuparse por las agresiones ambientales humanas, pues el planeta se encarga de autorregularse. Lamentablemente ello no es así; hay más que sobrados motivos para preocuparnos: la intervención del ser humano está creando condiciones que pueden hacer imposible la continuación de la regulación.
La composición gaseosa de la atmósfera no es una constante universal, aunque haya permanecido invariable desde la aparición de la especie humana, desde hace dos millones y medio de años, con el Homo Habilis en el África, hasta ahora. A cada composición distinta de la atmósfera han ido correspondiendo otro espectro bacteriano y otros seres vivos primitivos (animales y plantas). La proporción de la atmósfera ha ido variando sucesivamente hasta llegar a la composición actual. En estos momentos la proporción de los gases de la atmósfera (21 % de oxígeno, 78 % de nitrógeno, 0.032 % de dióxido de carbono –CO2–) es vital para nuestra supervivencia (solo pudieron aparecer el ser humano y los mamíferos superiores cuando se alcanzó ese nivel), siendo muy estrecho el margen de variación que podemos tolerar. Esta atmósfera es la que ahora se está modificando por las actuaciones del propio ser humano (por su voracidad de ganancia económica). Los registros del contenido de CO2 (que se remontan hasta hace 800.000 años) indican que actualmente la proporción es la mayor que existió durante todo el tiempo registrado, y sigue aumentando continuamente por encima de lo previsto por los científicos. Paralelamente, también se está acelerando el deshielo en los polos y glaciares más rápidamente de lo previsto.
Se tiende a evaluar el transcurso del tiempo por la duración de la vida humana o de una generación. Esta consideración cortoplacista nos hace insensibles ante cambios sustanciales en la evolución de la biosfera que está produciendo la actividad humana, (a pesar de que su aceleración es miles de veces superior a la evolución previsible naturalmente) y sin que, como interesadamente podría decirse, "haya ocurrido ninguna catástrofe contrariando lo que algunos pronosticaban". Pero eso da una falsa sensación de seguridad, con lo que se puede despreciar –no sin cierta cuota de irresponsabilidad, o arrogancia incluso–, el Principio de Precaución. La aparición de signos ostensibles de alteración significativa de la biosfera es lenta, por la gran inercia debida a sus mecanismos de estabilidad y autorregulación. Sería ingenuo pensar que se puede producir una catástrofe inmediata, pero sería una gran ceguera no querer percibir que se están produciendo alteraciones muy sustanciales y significativas. Cuando la estabilidad de la autorregulación se rompe y empieza a moverse hacia un cambio orientado (orientado en este caso hacia la regresión), la regresión es ya imparable. Una vez desencadenado el proceso, ya no hay marcha atrás y se retroalimenta. Si el proceso en marcha llega a superar la capacidad de reacomodamiento de la biosfera (que no sabemos hasta dónde llega), sería humanamente indetenible un encadenamiento de causas y efectos que se aceleraría progresivamente hasta hacer totalmente irrespirable el aire y el agua para los vertebrados superiores y que podría arrasar con todo tipo de vida.
II
Entre otras de las manifestaciones que evidencian ese proceso, puede mencionarse el llamado cambio climático. El mismo muestra la quiebra del equilibrio autorregulado de la biosfera, cuya evolución ha sido tan rápida que sus consecuencias ya son visibles, pero serán más amplias de lo que suele señalarse y más aceleradas de lo que se preveía. Actualmente la alarma por la degradación de la biosfera se centra principal y casi exclusivamente en el cambio climático (si bien existe una información engañosa afirmando que se están tomando medidas que lo pueden controlar) pero, con ser muy grave, no es el principal peligro que amenaza a la biosfera, que es el causado por la contaminación genética. Ese “engaño” con que se mantiene a la población mundial muestra una pretendida preocupación por el medio ambiente, llegándose a hablar de “responsabilidad social empresarial”. Pero mientras en la última Cumbre de la Tierra en París, a fines del año 2015, se hacían pomposas (y mentirosas) declaraciones en pro del medio ambiente, al mismo tiempo, a escasos metros de la reunión se llamaba a consumir ferozmente en vísperas de las fiestas navideñas.
La base de la autorregulación de la biosfera son las bacterias cuya masa es enorme, mucho mayor que la masa y volumen de todas las plantas y animales del planeta. El conjunto de seres vivos microscópicos (bacterias, amebas, protozoos, algas unicelulares) regula las condiciones de la biosfera, y la composición gaseosa de la atmósfera.
Las bacterias continuamente están intercambiando genes y captando plásmidos y segmentos de ácido desoxirribonucleico –ADN– por transferencia horizontal de genes –THG–, por lo que rápidamente son afectadas por la contaminación genética, trasmitiendo a otras bacterias (de la misma o distinta especie) los genes o fragmentos de ADN adquiridos, y difundiéndolos por todo el planeta. Se ha comprobado que las bacterias captan con especial avidez aquellos genes o secuencias genéticas que las confieren mayor agresividad, virulencia, o defensa ante las perturbaciones, por lo que las secuencias captadas suelen hacerlas más letales, facilitar su resistencia a ser agredidas por los antibióticos y facilitar su salto a otros hospedadores distintos de aquellos sobre los que actuaban específicamente. Por lo tanto tienden a capturar los módulos o secuencias de ADN que facilitan atravesar la barrera entre especies difundidos por la liberación ambiental de cultivos transgénicos, lo que amplía la gama de posibles hospedadores de las bacterias. Las bacterias son la base de la vida; si desaparecieran, la biosfera colapsaría y desaparecería inmediatamente toda la vida vegetal y animal del planeta. Puesto que ellas intervienen en todos los procesos fisiológicos y bioquímicos vitales, todo lo que altere el comportamiento bacteriano repercute a través de ellas en los seres vivos.
La fácil captura por las bacterias de módulos genéticos añadidos a los cultivos transgénicos induce alteraciones en el universo bacteriano, que se trasmiten a los organismos simples de amebas, protozoos, algas unicelulares oceánicas, etc., cuyo conjunto es responsable de la autorregulación que mantenía la composición gaseosa de la atmósfera constante y respirable para los seres humanos. La contribución de las plantas superiores (selvas latinoamericanas -Amazonas, Petén-, del sureste asiático, etc.) es solo una parte de la regulación, que no sería suficiente por sí sola para sostener la autorregulación gaseosa de la atmósfera (también la productividad de la masa vegetal de los bosques depende, además de la fotosíntesis, de procesos bacterianos edafógenos). La alteración repentina y artificial del espectro bacteriano (“contra natura”, al violar la barrera entre especies) conduce inexorablemente a otra situación de equilibrio y a otra composición gaseosa de la atmósfera.
En conclusión, la composición gaseosa de la atmósfera está amenazada: 1) ante todo, por la alteración de los sistemas bacterianos debida a los promotores y vectores artificiales fabricados por síntesis del ADN recombinante. Esto afecta directamente a la actividad fotosintética que realizan las bacterias, y también afecta indirectamente a la fotosíntesis, por la intervención bacteriana en el desarrollo de los vegetales y en la formación de los nutrientes del suelo necesarios para su desarrollo; 2) por alteración en la composición, distribución y eficiencia de los sistemas bacterianos debida al cambio climático; 3) por la presencia de nuevos compuestos químicos, caracterizados en general por tener intensa actividad catalítica, mutágena o disruptora de procesos bioquímicos a los que las diversas especies de bacterias (como también los organismos superiores) tienen muy distinta sensibilidad, por lo que se altera la composición cualitativa y cuantitativa de los sistemas bacterianos, y con ello la naturaleza y proporción de los gases emitidos que pasan a ser componentes de la atmósfera.
En otros términos: la situación de la biosfera es mucho más grave que las estimaciones más catastrofistas habituales; y ni que hablar de la versión “light” que cierta prensa del sistema presenta, queriendo reducir su mitigación a nuevas fórmulas técnico-científicas de acción rápida. 
Sería ineficaz (y tardío para la biosfera) intentar cambiar algunas piezas sin desmontar toda la maquinaria de raíz; es decir: hay que detener los actuales modelos de relacionamiento con la naturaleza, proponer vías nuevas, alternativas viables válidas realmente para la totalidad de la población mundial. Por supuesto que es imperiosamente cierto y necesario aquello de “otro mundo es posible”. Pero no basta con decirlo; es hora de hacer el bosquejo de ese mundo alternativo, de realizar el diseño de las líneas generales de la alterglobalización. Es decir: un sistema alternativo que sea técnicamente posible con la prudente y justa utilización los recursos existentes. No podemos seguir los modelos de consumo “alocado” que ha generado el capitalismo porque ello no tiene salida.
III
Esto nos lleva a un profundo problema: ¿para dónde ir entonces?, ¿cómo darle forma a la utopía de un nuevo mundo? Proponer nuevos paradigmas de producción y consumo hoy, en un mundo hiper tecnológico donde el confort material se presenta como el paraíso a la mano producto de nuestro imparable desarrollo científico, no significa “volver a las cavernas”, no implica renunciar a las conquistas tecnológicas positivas ni a los ingentes recursos culturales disponibles. Todo lo cual abre interrogantes fundamentales.
El ideario del socialismo científico clásico no reparó en estos temas ecológicos porque en el momento de su fundación, en el siglo XIX, aún se vivía la euforia de la naciente revolución científica positivista, y la confianza en las nuevas ciencias parecía infinita. Y además, porque la flamante industria (“el progreso” por antonomasia en aquel momento) aún no había confrontado a la humanidad con los desastres medioambientales que hoy, ya entrado el siglo XXI, tenemos presente.
Ahora bien: el desastre no está en la industria misma, ni en las tecnologías aplicadas ni en los conceptos científicos que la sustentan. El desastre está en el modelo económico en que se insertan. Dicho en términos de pensamiento marxista: no está en la forma de las fuerzas productivas del trabajo social sino en el modo de producción. Un sistema que se basa enteramente en el mercado, en el lucro individual, por fuerza tenía que desembocar en el disparate actual, con un desastre ecológico de proporciones globales: la producción no está al servicio de llenar necesidades básicas sino, ante todo, en función de la ganancia privada. Se produce cualquier cosa solo en función de venderla, aunque ese producto sea innecesario, contraproducente, peligroso o dañino. Para eso están las técnicas publicitarias (¿neuromarketing?): “la creación de necesidades y deseos, la creación de la insatisfacción por lo viejo y fuera de moda”, manifestó el gerente de la agencia publicitaria estadounidense BBDO, una de las más grandes del mundo, refiriéndose al núcleo de su trabajo.
En esa lógica, el ser humano y la naturaleza son solo instrumentos para lograr la meta. La promoción casi infinita de necesidades superfluas marca el ritmo de toda la dinámica humana actual; y eso, en vez de ayudar a la búsqueda del equilibrio, promueve mayores asimetrías sociales y mayor descalabro con el medio ambiente. La actual catástrofe ecológica lo pone en evidencia en forma alarmante.
Por otro lado, ese mismo modelo en que el poder es ejercido por un grupo dominante sobre una gran mayoría, da como resultado una ideología violenta centrada en la superioridad de uno sobre otros y que se mantiene en el ejercicio de la fuerza bruta como garantía final que resguarda el estado de cosas. Es decir: el que tiene el garrote más grande sigue siendo el que manda. De ahí que la proliferación de armas de destrucción masiva –para el caso: energía atómica (12.000 misiles nucleares con ojiva nuclear diseminados por todo el mundo, 6.000 pertenecientes a Estados Unidos)– contribuye también al ataque medioambiental en curso.
Como primera cuestión, entonces, para evitar que se pueda concretar esa catástrofe en ciernes, hay que cambiar las relaciones de poder, las relaciones entre explotadores y explotados, entre mega consumidores y famélicos (un tercio de la humanidad pasa hambre). Si hasta el mismo fundador del liberalismo económico clásico, el inglés Adam Smith pudo decirlo 200 años atrás (obviamente sin pensar en lo mismo que piensa el socialismo): "no puede haber una sociedad floreciente y feliz cuando la mayor parte de sus miembros son pobres y desdichados", es imperiosamente necesario terminar con esas diferencias para buscar un mundo más vivible. Pero al mismo tiempo, hay que apuntar a una serie de medidas que permitan la sostenibilidad de la vida humana, que nos alejen de la posibilidad de nuestra autodestrucción. La actual distribución de la riqueza es infinitamente injusta: se produce un tercio más de la comida necesaria para alimentar a toda la humanidad, mientras la primera causa de muerte es el hambre. ¡Eso y no otra cosa es el capitalismo!, aunque la maquinaria publicitaria nos muestre escaparates llenos y la “libertad de elección”.
Además de terminar con esas inequidades, con esa “enfermedad” de las relaciones económicas (enfermedades de las relaciones de poder entre los seres humanos mejor dicho), hay que terminar con el modelo de producción y consumo en el que el capitalismo nos ha metido, paradigma sumamente dañino, disfuncional, agresivo. Entre otras cosas, es necesario reequilibrar la proporción de habitantes que vive en el medio rural y en el medio urbano. La ciudad –más aún las macrourbes que no dejan de crecer, con todos los problemas sociales asociados que conllevan– es radicalmente insostenible. Difícilmente se puede conseguir un planeta sostenible cuando la población urbana ha superado ya a la que vive en el medio rural (51 % contra 49 %). Pero para fijar la población en el medio rural es necesaria una agricultura en manos de pequeños agricultores y de verdaderas cooperativas campesinas, junto a la pequeña industria de transformación de los productos agropecuarios. Una agricultura ecológica, que demanda mano de obra abundante, conserva la biocenosis edafógena de los suelos, evita la contaminación ambiental permitiendo una alimentación sana y nutritiva. Es decir: el socialismo deberá entenderse como la búsqueda de un equilibrio social sin explotadores ni explotados (ni clases sociales, ni géneros dominantes, ni supremacías étnico-culturales) además de un real respecto por nuestra casa común: la naturaleza.
IV
Si el planeta común es de todos, a todos afecta su destrucción. No debe haber transculturización súbita sino desarrollo endógeno, solidario, sostenible. La globalización puede ser una buena noticia en la historia humana, pero dependiendo de cómo y para qué se haga. Si globalización es obligar a toda la humanidad a tomar Coca-Cola y a cambiar el modelo de teléfono celular cada año, eso es un disparate absoluto, injusto e irracional en términos de sobrevivencia. Luego de las primeras experiencias socialistas del pasado siglo, tomando sus gestas heroicas y todo lo bueno que de ellas continúa vigente como legado imperecedero, hoy día de lo que se trata es de refundar una nueva conciencia socialista pensando en una nueva globalización, que obviamente no es la neoliberal en boga. Junto a la globalización de la multinacionales voraces se debe levantar la globalización de la solidaridad; junto a la globalización del hiper consumo irresponsable se debe proponer un proyecto de vida responsable con nuestro medio natural. La idea de “desarrollo sostenible” propuesta desde un marco capitalista –allá por 1987, en el documento “Nuestro futuro común” elaborado por la entonces Primera Ministra de Noruega Gro Harlem Brundtland– sin dudas marca un camino. Se definía allí como sostenible “aquel desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”, noción que recoge la preocupación creciente entre los sectores de poder del mundo capitalista que ya veían el desastre ecológico a que estaba llevando el modelo consumista en curso. Retomando esa propuesta, y pensando en un enfoque socialista que supere la irracionalidad del mercado y la producción basada en el lucro, es preciso encarar ese “otro mundo posible” con la responsabilidad del caso.
Terminar con el consumismo no significa volver para atrás en la historia, desechar el confort que nos posibilitan las tecnologías modernas. Hoy día, mientras muere de hambre una persona cada siete segundos a escala planetaria, un tercio de la población estadounidense y un porcentaje creciente de la población europea es obesa, sabiéndose que una dieta mejor y más austera sería mejor solución para resolver ese problema (el de la obesidad) en vez de aumentar el gasto dedicado a investigar sobre el gen de la gordura como actualmente se hace (y que, seguramente, nunca se va a encontrar). Pero no obstante la locura en juego, de la que los sectores de poder son conscientes, en vez de cambiar hábitos de consumo se continúa con “más de lo mismo”. Ello evidencia, en definitiva, que el sistema tiene una fuerza determinante sobre las individualidades. Si la tónica es consumir, porque así lo manda el mercado o la clase dominante –“la ideología dominante es la ideología de la clase dominante”–, mientras no haya cambio de sistema, difícilmente se pueda cambiar algo profundo en forma sostenible.
De todos modos, viendo el desastre en juego, en el seno mismo de la economía capitalista se han prendido señales de alarma. Ante una economía a todas luces enferma, se llegan a plantear opciones que, sin tocar la estructura de base, intentan paliativos. Surgió así, como decíamos, la idea de desarrollo sostenible, del que luego se sigue la noción de “crecimiento cero”, para llegar en la actualidad a la idea de “decrecimiento”. Según lo presenta con claridad Francisco Fernández Buey, “lo que los teóricos del decrecimiento [Serge Latouche, Vincent Cheynet, François Schneider, Paul Ariés, Mauro Bonaiuti] llaman economía sana o decrecimiento sostenible se basaría en el uso de energías renovables (solar, eólica y, en menor grado, biomasa o vegetal e hidráulica) y en una reducción drástica del actual consumo energético, de manera que la energía fósil que actualmente se utiliza quedaría reducida a usos de supervivencia o a usos médicos. Esto implicaría, entre otras cosas, la práctica desaparición del transporte aéreo [valga decir que el 94 % de los seres humanos no ha viajado nunca en avión] y de los vehículos con motor de explosión, que serían sustituidos por la marina a vela, la bicicleta, el tren y la tracción animal; el fin de las grandes superficies comerciales, que serían sustituidas por comercios de proximidad y por los mercados; el fin de los productos manufacturados baratos de importación, que serían sustituidos por objetos producidos localmente; el fin de los embalajes actuales, sustituidos por contenedores reutilizables; el fin de la agricultura intensiva, sustituida por la agricultura tradicional de los campesinos; y el paso a una alimentación mayormente vegetariana, que sustituiría a la alimentación cárnica. En términos generales todo esto representaría, en suma, un cambio radical de modelo económico, o sea, el paso a una economía que, en palabras de los teóricos del decrecimiento, seguiría siendo de mercado, pero controlada tanto por la política como por el consumidor”. Vemos así que, incluso sin salirse de un planteamiento económico capitalista, la magnitud de la catástrofe ecológica que se vive lleva a plantear soluciones en forma urgente. Es que los problemas acumulados por este modelo económico son tantos que, sin cambiar el mundo, sin cambiar la estructura social de base, sin modificar las relaciones de poder entre clases, ya comienza a haber conciencia que el camino que transita hoy la humanidad no conduce sino a problemas, quizá insolubles y catastróficos. ¿Será que las elites ya tienen preparada su nueva morada fuera de este invivible planeta? La ciencia ficción siempre queda superada por la realidad cruda y dura.
Pero no solo se trata de buscar paliativos para no intoxicarnos. Debemos apuntar a un cambio radical en la manera de llevar la vida, buscando justicia y buscando seguir sobreviviendo como especie. La progresiva falta de agua dulce, la degradación de los suelos, los químicos tóxicos que inundan el globo terráqueo, la desertificación, el calentamiento global, el adelgazamiento de la capa de ozono que ha aumentado un 1.000% la incidencia del cáncer de piel en estos últimos años, el efecto invernadero negativo, el derretimiento del permagel, la posibilidad de un descalabro universal a partir de la contaminación genética producto de los transgénicos o de una guerra nuclear total son todas consecuencias de un modelo depredador que no tiene sustentabilidad en el tiempo. ¿Cuánto más podrá resistirse esta devastación de los recursos naturales? Las sociedades agrarias llamadas “primitivas” (llamadas así por los ¿desarrollados? países industrializados), o inclusive las tribus del neolítico que aún se mantienen en la actualidad, son mucho más racionales en su equilibrio con el medio ambiente que el modelo industrialista consumidor de recursos no renovables que abrió el capitalismo. Si buscamos un nuevo mundo, una nueva ética, nuevos y superadores valores, la cultura del consumo debe ser abordada con tanta fuerza revolucionaria como las injusticias sociales.
Tener un planeta más sano significa tener una economía más sana. Y el capitalismo ya ha dado repetidas muestras de estar “enfermo” crónicamente, aunque se lo siga haciendo continuar con respiradores artificiales. Por lo tanto, no quedan más alternativas que ayudarlo a morir de una vez para hacer nacer algo nuevo y superador.

La crisis del capitalismo y el agotamiento del modelo rentista venezolano

  |


Los ideólogos de la derecha, tanto la internacional como la venezolana, proclaman a los cuatro vientos el colapso de modelo socialista bolivariano y la necesidad de reimplantar en Venezuela un paquete de ajustes económicos neoliberales que serviría para desmontar todas las políticas sociales de la Revolución Bolivariana, y privatizar a favor de las transnacionales todos los medios de producción que son propiedad del pueblo venezolano. Para desmontar aquella falacia es necesario exponer las prácticas comerciales monopólicas y oligopólicas perversas que han permitido a la burguesía venezolana adueñarse de Venezuela durante aproximadamente 266 años.
Es necesario igualmente delinear -así sea de manera muy general- el proceso económico que arranca en Venezuela desde mediados del siglo XVIII con la imposición del antiguo sistema mercantil comercial colonial de reformas económicas liberales dictadas por Carlos III, aplicadas tanto por la Compañía Guipuzcuana en la región centro occidental de Venezuela como por la Compañía de Barcelona en la región centro oriental del país. Aquellas reformas impuestas por Carlos III, abrieron la vía hacia la consolidación en Venezuela de la sociedad de clases y establecieron una nueva geometría del poder colonial cuyo centro se localizaba en la Provincia de Caracas. Gracias a aquellas reformas liberales el capital usurario y comercial venezolano comenzó -desde mediados del siglo XVIII- a controlar las actividades productivas y de intercambio en los centros urbanos y villas, el comercio de exportación e importación, la riqueza social de la tierra e incluso las instituciones eclesiásticas.
Las cosechas obtenidas por los dueños de plantaciones eran pagadas por los compradores europeos -al menos en parte- con mercancías que eran luego revendidas localmente por especuladores comerciales que pertenecían a la misma clase social de los agroexportadores mantuanos, conducta que no difiere de las prácticas de la actual burguesía parasitaria venezolana.
El modelo económico decimonónico propulsado por el bloque oligárquico republicano a partir de 1830, conservó en la práctica el mismo modelo económico de la burguesía mantuana colonial en el cual, como ya hemos dicho repetidas veces, predominaba el capital comercial-usurero sobre el casi inexistente capital industrial. La base del proceso productivo, como ya sabemos, era la producción agropecuaria, donde destacaba la explotación del café, el cacao, el tabaco, el algodón, cueros y semillas de dividive (Caesalpinia coriaria) utilizadas entonces en Estados Unidos y Alemania para la curtiembre de aquellos.
El 73% de la renta del Estado venezolano de la época descansaba sobre los derechos de importación, aproximadamente un 9% por los derechos de exportación y un 1% por la renta interna derivada de los impuestos a la producción y el consumo de la sal, los licores y el tabaco.
Gracias a sus vinculaciones con el comercio exterior, el sector de intermediación -integrado por comerciantes que adquirían sus mercancías a través de los principales puertos- aquellos convirtieron el comercio exterior, los préstamos usurarios, el control del circulante y los mecanismos del crédito en su principal fuente de acumulación de capitales. De esta manera los comerciantes se transformaron rápidamente en el grupo económico dominante en el plano político y en la raíz de la burguesía comercial venezolana. La estructura social y económica que prevalecía desde el siglo XVIII no sufrió cambios significativos hasta las primeras décadas del siglo XX, cuando la explotación petrolera desplazó al sector agropecuario como factor dominante para la creación de la renta nacional.
Mientras una parte importante de dicha renta que se invertía en la compra y distribución de bienes cuyo consumo beneficiaba preferentemente los gustos suntuarios de la burguesía, un mínimo segmento de ella se dedicaba a la inversión pública. Como consecuencia, la clase de los ricos se acostumbró a considerar a Venezuela como su propiedad personal, a los venezolanos de clase media como su servidumbre, mientras que consideraba a los y las pobres como sus esclavos. Esta condición de desprecio, de desigualdad social, se prolongó por dos siglos, hasta inicios del proceso de la Revolución Bolivariana en 1998, cuando todavía un 80% de la población venezolana se hallaba en situación de pobreza, excluida por la oligarquía liberal burguesa del disfrute de la felicidad social.
A partir de las primeras décadas del siglo XX, el auge de la explotación del petróleo exacerbó los componentes culturales más negativos del modelo socioeconómico rentista liberal burgués en la sociedad venezolana, dando origen a lo que conocemos como la Cultura del Petróleo. Los estilos de vida de dicha cultura fomentaron y siguen fomentando en las y los venezolanos – -vía las campañas mediáticas y las industrias culturales- sentimientos de dependencia, autodesprecio y marginalidad, la disociación de las mentes y la transculturación que genera lealtades hacia el "American way of life".La cultura del petróleo crea tanto normas de ética social como una filosofía de vida cuyo objeto es adaptar la sociedad venezolana a una condición de productora y exportadora de materias primas, al consumismo exacerbado de todo tipo de mercancías, del confort que estas supuestamente producen, reforzado e institucionalizado por técnicas publicitarias que disocian a los venezolanos de su propia realidad, convirtiéndolos en sujetos dominados por las transnacionales o los monopolios venezolanos como es el caso hoy día con Empresas Polar.
Otra consecuencia de la cultura petrolera es la creación de un proceso de acumulación de capitales y un crecimiento del salario real que contradice las leyes del capitalismo normal. En Venezuela la extraordinaria acumulación de capitales lograda por la burguesía en el último medio siglo vía la apropiación de la renta petrolera, fue acompañada, hasta 2015, por un aumento en la capacidad de compra de la población en general. Pero el crecimiento de la acumulación de capitales y del nivel real del salario superó sistemáticamente el de la productividad gracias al rentismo petrolero.
Aquella situación afectó el equilibrio macroeconómico puesto que fortaleció una perversa dependencia de la importación de alimentos, de medicamentos, de autopartes, etc., precarizando el abastecimiento de los productos indispensables para garantizar la estabilidad de la vida cotidiana, la soberanía y la seguridad de la nación. La crisis que estamos viviendo en la actualidad, ocasionada por la caída mundial de los precios del petróleo, nos permite definir el colapso del modelo capitalista liberal burgués que nos fue impuesto hace más de dos siglos por la oligarquía liberal burguesa venezolana.
La vía socialista adoptada por la Revolución Bolivariana, por el contrario, incidió profundamente en los procesos de inclusión de la población venezolana, saldando buena parte de la terrible deuda social que dejaron 200 años de vivir bajo el capitalismo liberal burgués, mejorando hasta niveles no conocidos anteriormente los índices de salud, educación, vivienda, tecnología y conciencia social. Esta estructura institucional creada por la Revolución, es la que ha permitido a la sociedad venezolana paliar hasta ahora el impacto de la crisis petrolera, los efectos perversos de la guerra económica, el desabastecimiento selectivo y la inflación inducida por el imperio y la burguesía venezolana. La vía socialista señalada por el Comandante Chávez, si bien ha logrado transformar las condiciones materiales y subjetivas de vida de nuestra población, debido a la baja productividad que persiste en la economía venezolana no ha logrado todavía independizarnos de los factores capitalistas de dominación económica, representados tanto por las transnacionales como por los monopolios y oligopolios venezolanos que dominan la importación de bienes y el ensamblaje de productos alimenticios, medicinas, autopartes, tecnología, conocimientos científicos y la producción de saberes.
La actual guerra económica que nos imponen tanto el imperio como la burguesía venezolana, ha tenido un fuerte impacto sobre la cultura y sobre los diversos estilos de vida de la población venezolana debido, precisamente, a nuestra debilidad productiva. Sin embargo los aportes creativos que han dado siguen dando las diversas misiones sociales al progreso social de las venezolanos y las venezolanas, a las bases de misiones que apoyan al sistema de comunas y consejos populares y de los numerosos movimientos sociales organizados que los acompañan y consolidan el poder popular, de los movimientos de agricultura urbana, de la movilización masiva de la población venezolana en defensa de los logros obtenidos por la Revolución Bolivariana, al desarrollo de un sistema educativo inclusivo y democrático, de un fuerte movimiento cívico militar, todos juntos han frenado las posibilidades de éxito de las brutales arremetidas del imperio contra Venezuela y constituyen al mismo tiempo el fundamento de una nueva sociedad venezolana.
El fortalecimiento socioproductivo de la sociedad venezolana fundamentado principalmente en el viejo anhelo de la sustitución de importaciones, requiere de una política socioeconómica orgánica, como la expuesta en la Agenda Económica Bolivariana y los 15 motores productivos que ha propuesto a la Nación el Presidente Nicolás Maduro. Dicha política abre un proceso que requiere el concurso de todos los factores y actores de la vida económica nacional para poder lograr la meta propuesta: lograr el desarrollo integral de nuestro país bajo el signo de la democracia participativa y el poder popular. La política socioproductiva propuesta y puesta en ejecución por el Presidente Maduro, privilegiando el capital productivo sobre el comercial, combate la perversa tendencia histórica que se inició desde el siglo XVIII, la cual permitió que la burguesía parasitaria, en sus diferentes encarnaciones a lo largo de tres siglos y medio, se apoderase tanto de los recursos de Venezuela como de la vida de las y los venezolanos.
La forma de capitalismo rentista venezolano es un caso digno de estudio, ya que se asemeja más a un capitalismo de Estado donde éste sería el patrón que paga el salario en dólares a los empresarios que son sus empleados, para que estos se enriquezcan y acumulen un capital que luego ni invierten ni arriesgan en el desarrollo de sus empresa en el país, desviando las ganancias no hacia la economía real venezolana sino hacia la especulativa… en los mercados offshore.
Nunca utilizan sus capitales, los cuales están colocados en bancos extranjeros; cuando como en la coyuntura actual, el Estado no tiene suficientes divisas para pagar el salario en dólares a los "empresarios", estos hablan de la "deuda" que aquel ha contraído con ellos y amenazan con guerra económica y boicot a la producción y las cadenas de distribución como un vulgar chantaje al gobierno bolivariano.
Esta forma vernácula de capitalismo mafioso funcionó durante los siglos que duró su apropiación del Estado venezolano hasta el final de la IV República en 1998. Los políticos y los comerciantes o "canastilleros" como los llamaba el historiador venezolano Laureano Vallenilla Lanz, se desempeñaban alternativamente como Presidentes de la República, presidentes o gobernadores de estados, ministros, doctores y generales, etc., y se repartían la piñata del erario público. Esta situación llegó a su momento más desastrado durante las décadas de gobierno adeco-copeyano (1958-1998) cuando lograron ponerle la mano directamente a la industria petrolera, a la renta que ella produce y a los mecanismos de control financiero que regulan su administración.
El inicio de la Revolución Bolivariana en 1992 y la elección posterior de nuestro comandante Hugo Chávez Frías a la Presidencia de la República en 1998 comenzó a erosionar los mecanismos de control político y económico que tenían el imperio y la burguesía sobre el Estado la producción petrolera y la renta petrolera, así como sobre la sociedad venezolana. Para tratar de retomar su control sobre nuestra sociedad, la burguesía parasitaria venezolana y el Imperio Usamericano en complicidad los gobiernos oligárquicos de España y Colombia, entre otros, organizó planificó y ejecutó el fallido golpe de Estado de 2002 contra el gobierno del Presidente Chávez, el sabotaje de la industria petrolera de 2002-2003 y, posteriormente, intervinieron en toda la campaña de terrorismo delictivo (guarimbas), asesinatos indiscriminados y selectivos de ciudadanos y ciudadanas, destrucción de la propiedad pública, la organización de hordas de bachaqueros y paramilitares binacionales, la organización de campañas mediáticas contrarrevolucionarias a nivel internacional y nacional, hasta culminar con intentos injerencistas como el luctuoso decreto de Obama y la impúdica alianza de organismos internacionales como la OEA y su secretario Míster Almagro, el gobierno español del Partido Popular Rajoy, la oligarquía colombiana (Uribe Vélez) y la derecha venezolana que controla la Asamblea Nacional, para derrocar al gobierno revolucionario constitucional del presidente Nicolás Maduro utilizando fraudulentamente la Cartas de las Américas…Es muy difícil que la burguesía empresarial parasitaria y la derecha política venezolana acepten dialogar con el gobierno bolivariano, no obstante los buenos oficios de UNASUR y del sector mayoritario de países honorables que nos apoya en la OEA. Para la derecha venezolana, dialogar significa imponer al contrario sus condiciones sin discusión.
Para dialogar con ellos se debe aceptar que la Revolución Bolivariana existe, que Nicolás Maduro, nuestro presidente electo democráticamente, en realidad no existe, que en Venezuela hay una crisis humanitaria y hay que intervenirla militarmente para resolverla. Dialogar aceptando que el otro existe significa, en suma, para ellos, perder cara ante la opinión mundial que tan cuidadosamente ha manipulado para crear una imagen distorsionada de Venezuela y de la Revolución Bolivariana.
Es por eso que la campaña contra Venezuela constituye un argumento de peso en la presente campaña electoral de España, para tratar de ocultar la terrible crisis humanitaria que vive actualmente dicho país. Para muchos venezolanas y venezolanos que desesperan ante las penurias que nos impone la guerra económica desatada contra nosotros por el imperio y la burguesía parasitaria venezolana, les decimos que dicha crisis es sintomática del final del viejo capitalismo burgués. Así como nos causa tanto sufrimiento, esta coyuntura también afecta el futuro inmediato del 1% de ricos que controlan la economía mundial y por supuesto la economía venezolana, cuyos negocios podrían verse amenazados por una posible contracción destructiva de la demanda. El derrocamiento del Presidente Maduro planeado -según Ramos Allup- para ser efectivo el 6 de julio de 2016, coincidiría aproximadamente con el supuesto inicio de las importaciones para las fiestas navideñas, etapa de mayores ventas y beneficios económicos para "empresarios-comerciantes". Imaginemos una navidad secuestrada por el "grinch" de la guerra económica, sin jugosas ventas de juguetes, ropas, calzado, electrodomésticos, sin venta masiva de ingredientes para las hallacas, de licores, de arbolitos y ornamentos de navidad, etc. En otras circunstancias los venezolanos y venezolanas habrían dilapidado alegremente sus aguinaldos y utilidades en un consumismo desenfrenado, pero la guerra económica nos obliga a considerar que existen otras deudas y obligaciones perentorias que no se resuelven solo con el consumismo exacerbado de bienes.
La guerra económica que promueve la derecha también está modificando la conducta cultural de la sociedad venezolana. Un cambio negativo está ocurriendo en las clases populares con la irrupción en el escenario sociocultural venezolano de la guerrilla bachaquera binacional, propiciando un proceso barrial de acumulación de capitales especulativos que determina la existencia de una sociedad barrial desigual, violenta, vinculada y protegida por las mafias delictivas que perturbará la vida cotidiana tanto de las comunidades como el funcionamiento de las cadenas tradicionales de distribución de bienes.
¿Podríamos imaginar cómo y hasta cuando prolongarán los "empresarios-comerciantes" esta estéril guerra económica? Luego de esta crisis, ya no podrán los burgueses y la clase media seguir viviendo como vivían bajo la IV República cuando, como dicen muchos venezolanos mental y culturalmente disociados, "éramos felices y no lo sabíamos". Ningún político de derecha les había explicado la existencia de los ciclos de crisis del capitalismo, que vivían en una burbuja rentista que tenía fecha de expiración, la cual sobrevino con la caída mundial de los precios del petróleo.
La crisis de la sociedad capitalista tiene diferentes factores causales en países vecinos como México, Guatemala, Honduras, Costa Rica, Panamá, Colombia, Perú, Brasil, Paraguay, Argentina y Chile, y en otros países como Francia, España, Bélgica, Reino Unido, Grecia, Italia. En Estados Unidos, la creciente descomposición social pone en peligro la macroeconomía, lo que se refleja en las mediocres ofertas, que a través de Hilaria Clinton y Donald Trump, ofrece la clase oligárquica al pueblo norteamericano que ve cada vez más lejos sus posibilidades reales de liberación nacional.
Todo parece indicar que en Venezuela, como en otros países, está gestándose una sociedad post-rentista. Aunque el tiempo histórico de la Revolución Bolivariana, que ha sido una guía para los movimientos de liberación en todo el mundo, se desarrolla con distintas velocidades y estilos, la meta que perseguimos, la sociedad socialista, se mantiene como la única alternativa posible, ya que las políticas de ajustes neoliberales solo provocan miseria, desempleo, violencia y desigualdad social y pérdida de la libertad y la democracia.
La derecha venezolana se ha revelado, en esta coyuntura, incapaz para comprender la realidad venezolana e inepta para gobernar eventualmente el país. La aplastante derrota internacional que le infligió en la OEA la diplomacia bolivariana y la solidaridad de la mayoría de los países latinoamericanos y el presunto juicio político a su liderazgo de la Asamblea nacional por traición a la patria, la descalifican a la derecha incluso como actores de un posible diálogo sobre la normalización de nuestra situación sociopolítica. Ante esta coyuntura, solo nos queda como futuro posible, la vía comunal socialista hacia la construcción de una nueva sociedad venezolana, donde podamos continuar viviendo bajo una democracia revolucionaria justa, participativa y protagónica.
Mario Sanoja Obediente e Iraida Vargas Arenas
Profesores Titulares Jubilados. UCV
Profesores Escuela Venezolana de Planificación

La Economía de Macri

  |


Seis meses de gestión confirman que Macri implementa un ajuste neoliberal para transferir ingresos de los trabajadores a los capitalistas. Esta agresión genera resistencias populares y crecientes desequilibrios, en un marco económico adverso que induce al gobierno a ensayar virajes. Mientras prioriza la aprobación de leyes regresivas, retoma el gasto público, convalida el déficit fiscal y atenúa el apriete recesivo. ¿Cuáles son los sectores más beneficiados de la clase dominante? ¿Llegará la anunciada reactivación? ¿En qué se asemeja el modelo actual al menemismo?
"TRABAJO SUCIO"
La fuerte devaluación combinada con recortes de impuestos a los exportadores provocó la mayor escalada inflacionaria desde la catástrofe del 2001. El gobierno ya archivó su cálculo inicial del 25% y estima una carestía anual del 42%. Los formadores de precios se enriquecieron de inmediato con el empobrecimiento del grueso de la población.
En un rapto de sinceridad el ministro Prat Gay reconoció que el gobierno comandó ese "trabajo sucio", eliminando todos los controles de precios. En los primeros 90 días de gestión se verificaron los efectos de esa agresión con la abrupta generación de 1,4 millones de nuevos pobres. Al concluir el segundo trimestre hay estimaciones que duplican esa cifra.
Los despidos comenzaron con la paralización de la obra pública, la purga de contratados por el estado y el veto presidencial a una ley que limitaba las cesantías. Se buscó generalizar el temor al desempleo para precarizar el trabajo y forzar caídas del salario en las negociaciones paritarias. Por eso se promocionó un convenio de "primer empleo" suscripto con Mc Donalds que establece sueldos inferiores al salario mínimo.
Posteriormente llegaron los tarifazos. Las facturas a los hogares incluyen aumentos del 400%-1800%, en los pequeños comercios las boletas se multiplicaron por cinco y en ciertas industrias por trece. Las tarifas sociales se otorgan con cuentagotas y excluyen a la inmensa mayoría de los afectados.
Los porcentuales del tarifazo son arbitrarios y no siguen ninguna lógica de costos. Favorecen a las empresas que transformaron a sus directivos en ministros, para obtener ganancias impensables en otros países. La nafta sube en pleno abaratamiento del precio internacional del petróleo y las compañías de electricidad, agua o transporte fijan sus precios sin ningún compromiso de inversión.
Los tarifazos no corrigen anomalías de los subsidios precedentes. El kirchnerismo subvencionaba a las empresas para mantener precios reducidos de los servicios y el macrismo enriquece al mismo sector autorizando los aumentos. Nadie revisa el manejo de ese dinero, ni penaliza la ausencia de inversiones o la violación de los contratos.
La brutalidad de los ajustes en curso no es sinónimo de efectividad. Al contrario, los desequilibrios creados por los Ceócratas del gabinete desbordaron todo lo previsto. La inflación se disparó generando un desplome del consumo que acentúa la recesión y los números del primer semestre son aterradores. El año cerraría con una caída del 2% del PBI.
Cómo la única receta antiinflacionaria que improvisó el gobierno fue la contracción de la emisión y el aumento de las tasas de interés, la retracción del nivel de actividad se acentúa, junto a la inconveniencia de cualquier inversión productiva. Ninguna operación compite con la rentabilidad del casino financiero.
Tampoco apareció la prometida lluvia de dólares para morigerar el ajuste. Los ingresos de divisas no compensan las salidas y las reservas del Banco Central se ubican en un nivel semejante al dejado por Cristina. Sólo arriban capitales golondrina, para aprovechar la combinación del dólar planchado con los altos rendimientos de los títulos públicos en pesos. Los anuncios oficiales de inversión extranjera simplemente enmascaran proyectos anteriores ya difundidos
Todo el establishment apoya a Macri pero los capitalistas nunca invierten por simple afinidad con un gobierno. Evalúan el futuro de sus negocios y por ahora sólo las actividades primarias y financieras prometen altas ganancias.
RESISTENCIAS Y PRAGMATISMO
La resistencia popular ha impuesto un serio límite al ajuste. Desde su asunción Macri ha enfrentado paros y movilizaciones, que iniciaron los estatales y continuaron otros sectores. En algunas regiones de la Patagonia esa acción alcanzó gran masividad.
Por eso el mensaje inicial del gobierno contra los "ñoquis" y la militancia ha perdido peso y se frenó la avalancha de despidos en el estado. Bullrich continúa ensayando medidas represivas, pero no pudo aplicar el protocolo anti-piquetes contra los manifestantes.
Los talibanes del macrismo (Broda, Espert) exhiben su descontento con esa impotencia. Cuestionan la decisión oficial de posponer el plan de guerra contra los empleados públicos. Macri no se atreve a comenzar el despido de un millón y medio de trabajadores estatales, ni su conversión en perceptores de la asignación universal.
También hay retrocesos del gobierno frente a las protestas contra el tarifazo. En varias provincias y municipios rigen cautelares dispuestas por jueces que perciben el malhumor social. Mientras despunta cierto caos en el sistema de facturación, los funcionarios disimulan su fracaso alegando humildad o aprendizaje.
El resultado final de la pulseada en curso se observará en el cierre de las paritarias. Los salarios perderán frente a la inflación, pero en porcentuales muy inferiores a lo ambicionado por el macrismo. En este terreno, el fracaso del gobierno constituye una excelente noticias para la población.
La estrategia gubernamental-patronal para abaratar los salarios afronta serios escollos. La presión por abajo impuso la realización del mayor acto sindical conjunto de las últimas décadas, en un contexto de alto nivel de afiliación y militancia en los gremios. Sólo la desmovilización que impuso la burocracia de la CGT salvó a Macri de una explícita derrota en las calles.
Además, las multitudinarias movilizaciones estudiantiles y docentes reavivaron el fantasma del desplome sufrido por la Alianza, cuando López Murphy intentó un recorte de la inversión educativa.
Frente a este convulsivo escenario Macri ha optado por un afloje del ajuste. La obsesión por reducir el déficit fiscal se diluye y los funcionarios ya avalan un desbalance semejante a la gestión anterior. Acordaron con las provincias liberar los fondos retenidos de la coparticipación, reactivan las obras públicas congeladas y conceden cierta reducción de impuestos a las PYMES.
Al gobierno no le queda otro camino para revertir la recesión. Cómo el publicitado segundo semestre ya comenzó sin ningún indicio de reactivación, Prat Gay ensancha la canilla del endeudamiento para financiar el gasto corriente. Intenta apuntalar el nivel de actividad con los artificios que anteriormente objetaba al "populismo".
Macri tiene en la mira las elecciones del 2017 y se apresta a relanzar el consumo, con el mismo mecanismo de gasto público y dólar acordonando que utilizaron sus antecesores. La única diferencia con el kirchnerismo es la financiación de ese procedimiento: sustituyó la emisión por el endeudamiento. Ahora apuesta a consolidar en los comicios una fuerza política derechista, con el objetivo de intentar un mayor ajuste dentro de dos años.
LEYES ESTRATÉGICAS
Macri también se repliega en la coyuntura para apuntalar una estrategia legislativa, que requiere el auxilio de los renovadores y el PJ. El bloque de Massa disfraza con caras de enojo su sostén a los proyectos claves de la clase dominante.
La ley de pago a los buitres fue el arranque de esa andanada. Se firmó todo lo que Singer exigió durante años. Los fondos obtuvieron ganancias siderales cobrando 4 dólares por títulos comprados a 25 centavos. Lograron la emisión del bono exigido por cada tenedor en las distintas variedades jurídicas (fallos a favor, sin sentencia, litigio en otras jurisdicciones).
El Parlamento repitió todos los precedentes de entrega del país a los financistas. Avaló la mayor colocación de deuda reciente de una economía intermedia, sin obtener a cambio ningún dólar fresco para proyectos productivos. De los 16.500 millones de dólares emitidos, 9300 millones fueron directamente transferidos a los buitres. El resto se utilizará para financiar el gasto corriente.
La tasa promedio de los títulos (7,2%) supera varias veces el promedio internacional e impone una pesada carga de intereses. El aluvión de dólares que desataría ese arreglo no aparece en ningún mercado y tampoco se verifica un significativo abaratamiento del endeudamiento ulterior.
La deuda pública ha trepado del 17% al 23,5%. Cómo ese porcentual continúa por debajo del promedio regional los bancos buscan ampliar la hipoteca. Por eso vía mejoran sustancialmente sus balances.
El Congreso también aprobó el blanqueo de capitales que Macri disfrazó con promesas de mejoras para los jubilados. Empaquetó en un paquete único varias leyes inconexas. Senadores y diputados se sumaron a la maniobra presidencial y hablaron durante semanas de los jubilados, para ocultar el premio otorgado a los grandes evasores.
Sólo con el tiempo se sabrá cuánto dinero obtendrá realmente el sector pasivo. Quiénes cuentan con sentencias firmes de lo adeudado por el estado podrían cobrar sus demandas. Pero el resto debería conformarse con una quita y el pago en cuotas, a cambio de renunciar al juicio. El alcance de esa poda dependerá, a su vez, de los índices de ajuste utilizados para calcular el pasivo. Macri inaugura un nuevo capítulo de las incontables trampas que han sufrido los jubilados.
El propósito oficial es vaciar el Fondo de Garantía -que sostiene al sistema previsional- para retomar su privatización. Si buscaran cumplir con las sentencias sin demoler ese resguardo, deberían primero recapitalizar el sostén financiero del sistema. Esa reconstitución podría efectivizarse restaurando las contribuciones patronales eliminadas por Cavallo. Sin esos aportes el ANSES perderá solvencia y en algún momento reaparecerá la exigencia de sustituir el régimen colectivo de reparto por un sistema individual de capitalización.
Es evidente que el blanqueo no servirá para pagar las sentencias pendientes. En la hipótesis oficial ese jolgorio aportaría al estado unos 2000 millones de dólares, que cubrirían apenas la tercera parte del costo inicial del gasto comprometido con el sector pasivo.
El quebranto adrede del ANSES apunta a justificar también la venta de acciones privadas que acumula ese organismo. Los capitalistas quieren recuperar esos papeles para sacarse de encima el control estatal de sus balances. Más que una reparación a los jubilados, el Parlamento aseguró otra retribución a los grandes grupos empresarios.
El gobierno declara la "emergencia previsional" con un propósito de mediano plazo. Busca quebrantar el ahorro de los jubilados para reformar todo el sistema, segmentando los haberes en nuevas categorías y aumentando la edad para acceder al cobro.
El desinterés oficial por la solvencia del Fondo del Garantía se verifica, además, en la flexibilidad del blanqueo. Los evasores pueden declarar sus fortunas manteniendo el dinero en el exterior y quiénes decidan ingresarlo recibirán penalidades irrisorias. Incluso podrán cancelar esos compromisos adquiriendo títulos públicos.
El blanqueo es un conocido fraude que por enésima vez se realiza proclamando la ausencia de "otra oportunidad". El mismo discurso fue enunciado en 1987, 1992, 2008 y 2013. El kirchnerismo incluso introdujo una variante extrema de auto-prórroga indefinida de ese perdón.
Los CEOs del gabinete promueven la legalización de una parte del dinero oculto en los paraísos fiscales. Esas divisas blanqueadas serán presentadas como la esperada lluvia de dólares genuinos. Lo que inicialmente arribaría por simple confianza, finalmente aterrizará a cambio del perdón fiscal.
El Parlamento no sólo autorizó esa estafa. También abrió los grifos para una reforma impositiva regresiva, mediante la reducción (y posterior eliminación) del gravamen a los bienes personales. Mientras demora la revisión del impuesto a las ganancias que tributan los asalariados, reduce la cobranza entre los sectores más acomodados.
GANADORES Y ESCENARIOS
Macri gobierna para los sectores capitalistas que reclamaron la devaluación, pero su gestión ha roto el equilibrio entre las finanzas, el agro y la industria.
Los banqueros son los principales beneficiarios. Lucran con el blanqueo, el endeudamiento externo y las ganancias obtenidas con los contratos de dólar futuro concertados con la administración saliente del Banco Central.
También embolsan fortunas colocando dinero en los títulos que el BCRA emite a tasas exorbitantes (Lebacs). El agujero fiscal que genera esa bicicleta es mucho mayor que los seguros de cambio legados por el kirchnerismo.
Hay por lo menos 27 financistas en altos cargos del gobierno. La mayoría se adiestró en Wall Street y responde a bancos internacionales que desplazaron a sus pares locales. Este predominio se afianzará cuando el país reingrese a las auditorias del FMI.
Sólo las empresas mineras foráneas compiten con las ventajas otorgadas a los banqueros. Esas compañías obtuvieron una disminución adicional de los insignificantes impuestos que pagaron durante la década pasada y preparan un despojo en gran escala del litio.
El balance del primer semestre para el agro-negocio es más contradictorio. Por un lado logró una inédita combinación de devaluación con reducción de las retenciones. Este beneficio explica la liquidación de granos retenidos y el incremento de la superficie sembrada, en un marco de menor declive internacional del precio de la soja.
Pero un gran conflicto comienza a despuntar con la apreciación del tipo de cambio que generó la inflación. Las ganancias obtenidas con la devaluación tienden a licuarse por el encarecimiento de costos que produce esa carestía.
Los agro-exportadores apuntalan el giro internacional de Macri hacia la Alianza del Pacífico con la intención de incursionar en nuevos mercados. Pero esos convenios de libre comercio también contienen adversidades, como el pago de mayores patentes a los grandes proveedores de semillas (Monsanto).
Además, la extranjerización de tierras que impulsa el gobierno involucra otro conflicto con el agro-negocio local. Ya hay voces cuestionando la gravitación de los fondos off shore, que controlan 1 de cada 16 hectáreas de los campos argentinos.
Pero el principal frente de tormenta del oficialismo se localiza en el área industrial. Este sector acompaña todos los atropellos contra los trabajadores, pero ha quedado muy afectado por la demolición del mercado interno.
Algunos industriales esperaban compensar la caída de las ventas locales con mayores exportaciones, pero la recesión de Brasil y la nueva apreciación del tipo de cambio bloquea ese atenuante. El dólar planchado deteriora seriamente la competitividad de los empresarios fabriles.
Para colmo, esos grupos afrontan un gran encarecimiento de costos por los tarifazos y los aumentos de las tasas de interés. Ninguna inversión industrial puede rivalizar actualmente con el negocio de inmovilizar dinero en los bancos. Prat Gay no sólo recurrió al encarecimiento del crédito para contener la inflación. También autorizó importaciones de bienes de consumo que demuelen a los fabricantes locales. El coqueteo con la Alianza del Pacifico (y la consiguiente eliminación de aranceles) amenaza la supervivencia de ese sector.
Las tensiones del gobierno con los industriales podrían atenuarse, si Macri reafirma su viraje hacia un ciclo de consumo sostenido en endeudamiento. Pero esa tregua no eliminará las enormes contradicciones del curso actual.
COMPARACIONES E INCÓGNITAS
El primer semestre de Macri presenta grandes semejanzas con la transferencia regresiva de ingresos que rigió durante el menemismo. Se repite un modelo de cirugía neoliberal financiada con endeudamiento, déficit fiscal y favoritismo hacia el capital financiero.
Mientras comienza a recrearse la apertura importadora de los 90, el arreglo con los buitres se parece al mega-canje de Cavallo. Las analogías se extienden incluso a la forma de enmascarar las leyes anti-populares con fantasías de mejoras para los empobrecidos.
Macri sanciona el blanqueo con la misma utilización de los jubilados que ensayó Menen para privatizar YPF. También repite la gestión aventurera de las cuentas públicas, con anuncios de pagos que dependen de un dinero a recaudar. Si esos fondos no llegan recurrirá al mismo endeudamiento que destruyó las finanzas del estado.
Como su antecesor Macri debutó con un gabinete de gerentes y su Ceocracia repite la cesión del ministerio de economía a Bunge y Born. El justicialismo apoya las mismas leyes reaccionarias que apuntaló bajo el menemismo y la burocracia sindical otorga las mismas treguas a cambio de prebendas.
Las semejanzas se extienden al plano discursivo. Prat Gay pide perdón a los estafadores españoles de RESPOL o Aerolíneas, con la misma sumisión colonial que enorgullecía a los funcionarios de Menen. Hasta la retórica corriente del gobierno ("estamos saliendo del túnel") se parece a las frases célebres del riojano ("estamos mal, pero vamos bien").
Macri copia la estrategia de combinar el ajuste con la reactivación y el endeudamiento para sortear los escollos electorales. Pero afronta más dificultades que Menen para estabilizar un modelo neoliberal. No gobierna en la euforia privatista de los 90. Navega en una oleada regional derechista sin sustento propio para imponer políticas anti-obreras.
El líder del PRO tampoco cuenta con los recuerdos del trauma hiperinflacionario que facilitaron los atropellos del menemismo. No asumió en escenarios de colapso y debe lidiar con la memoria opuesta de un largo ciclo de consumo. Ni siquiera puede atribuir la ausencia de resultados a la adversidad internacional. Macri socavó ese recurso al propagar anuncios de grandes oportunidades mundiales para Argentina.
El relato oficial achacando todas las desventuras del primer semestre a la "herencia" kirchnerista pierde credibilidad. Salta a la vista que todos los desequilibrios de la gestión anterior han sido acentuados por el macrismo. El apoyo que recibe de los economistas de Scioli (Bein, Blejer, Marangoni) sólo disfraza ese agravamiento, mientras confirma que tenían en carpeta un programa muy semejante.
El segundo semestre develará las incógnitas de la coyuntura e indicará qué grado de viabilidad tiene la restauración conservadora. Si la resistencia social logra desbaratar esa agresión quedará nuevamente abierto un camino favorable para la mayoría popular. Construir una política que frene los atropellos de Macri sin volver al desengaño kirchnerista es la gran apuesta del momento.

1 Economista, investigador del CONICET, profesor de la UBA, miembro del EDI. Su página web es: www.lahaine.org/katz