Rodrigo Cabezas |
La historia del pensamiento económico universal en relación a la
relevancia del conocimiento científico registra en las obras: La riqueza
de Las Naciones de Adam Smith, la superación rigurosa del mercantilismo
y la fisiocracia, así como el nacimiento de la economía política como
ciencia; en El Capital de Carlos Marx, la develación histórica y crítica
impugnadora del funcionamiento del capitalismo y; en La Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero
de Jhon Maynard Keynes, una confrontación paradigmática con los
fundamentos del laissez faire y una asertiva política económica de
intervención estatal para corregir desequilibrios macroeconómicos de
corto plazo del capitalismo.
Son tres explicaciones del modo de funcionamiento del sistema
capitalista en diferentes fases de su evolución histórica con
indiscutido rigor científico.
Sin declararme Keynesiano digo que es imposible negar el impacto del
pensamiento de este economista británico en el siglo XX y en lo que va
del XXI. Sus aportes, sus construcciones teóricas, sus debates, el papel
jugado luego de la primera guerra mundial y al término de la segunda,
fueron trascendentes.
Su obra La Teoría General es un libro complejo, difícil e intrincado,
así lo encontré cuando joven estudiante de economía, igual cada vez que
vuelvo sobre el en décadas. En el mismo prefacio lo advertía con alguna
arrogancia intelectual: “Dirijo este libro especialmente a mis colegas
economistas,…Su principal objeto es ocuparse de las difíciles cuestiones
de la teoría, y solo secundariamente de sus aplicaciones prácticas.” A
tal efecto, uno de los mejores economistas contemporáneos, premio Nobel,
Paul Samuelson, dijo del libro y del autor: “Un libro mal
escrito…organizado insuficientemente, arrogante, de mal talante y
polémico. En resumen: la obra de un genio “.
Las ideas principales de la obra de Keynes no fueron bien recibidas por
la comunidad académica, política e intelectual de la Inglaterra de 1936.
El liberalismo dominante no lo aceptaba, pero en este texto y en otros,
Keynes no dio ni pidió cuartel. Adelantó una crítica feroz al libre
mercado, “si la economía ortodoxa está en desgracia, la razón debe
buscarse no en la superestructura, que ha sido elaborada con gran
cuidado por lo que respecta a su consecuencia lógica, sino en la falta de claridad y generalmente de sus premisas…..Supongo
que quienes se aferran demasiado a lo que llamare la teoría clásica
vacilaran entre la creencia de que estoy completamente equivocado y la
de que no estoy diciendo nada nuevo. “ Keynes no guardaba palabras para
dejar sentado que su libro abría la polémica con sus colegas de época
para aclarar según él “las diferencias profundas de criterio” con los
que en su opinión “…, por ahora, han destruido casi toda la influencia práctica de la teoría económica…”.
La Teoría General tuvo el contexto histórico de la época del capitalismo
monopólico privado con una fuerte acumulación de capital y el estallido
de la Gran Depresión económica más profunda y prolongada que registre
en su historia el capitalismo planetario. Los instrumentos clásicos del
equilibrio sin paro forzoso, del dominio de las fuerzas del mercado y
sus automatismos, la enajenación del estado respecto de lo económico,
entro en crisis y desencadena la teoría de Keynes quien la defiende
frente a la ortodoxia de la economía clásica y liberal, aferrada al
autocontrol de la economía por el libre mercado.
Jhon Keynes critica abiertamente el caos reinante, ya advertido, en
parte por él, en su obra previa “Las consecuencias económicas de la
paz”, en la que fustigó las reparaciones de guerra humillante e
imposible de cumplir impuestas al pueblo Alemán en el Tratado de
Versalles de 1919 y, que en su análisis traería grave consecuencia
económica en el futuro. Acá su intelecto fue premonitorio.
Si bien es cierto, la categoría económica fundamental de su obra es la
Demanda Efectiva, en el centro de su crítica está la ausencia del Estado
en la regulación de la economía: “Los errores más destacados de la
sociedad económica en que vivimos son su fracaso para tomar medidas
precautorias a favor del pleno empleo y la forma arbitraria e
inequitativa en que distribuye la riqueza y el ingreso.”
Este era el punto de partida para el nacimiento de la macroeconomía
moderna y de la política económica de corto plazo que buscaba
restablecer los equilibrios para salir de la depresión y el paro, al
unísono, Keynes se confrontaba y superaba teóricamente con los dos
mecanismos de ajuste utilizados por la economía clásica, estos eran, los
tipos de interés y los salarios. Ambos en dinámica económica
responsables de procesos de desaceleración del crédito y en consecuencia
de la inversión, el primero, y de contracción del consumo, el segundo.
El dogma dominante entre los economistas se refería a que las fuerzas
del mercado garantizaban por si solas el equilibrio y la plena ocupación
de los factores productivos. Keynes al laissez faire le antepone la
participación activa del estado para lograr equilibrios y garantizar el
bienestar de la sociedad y la reproducción del orden.
Ante el dilema de ¿gastar o ahorrar? en crisis, el economista Jhon
Keynes argumentaba: “La mejor estimación que yo pueda conjeturar es que
todas las veces que se economizan cinco shillings (antigua moneda
inglesa) se priva a un hombre de trabajo durante una jornada… Por el
contrario todas las veces que se compran mercancías se contribuye a
multiplicar los empleos ofrecidos a los trabajadores, con la reserva de
que las mercancías compradas deben ser británicas y fabricadas aquí, si
se quiere una mejora de la situación de empleo en el país… Pues lo que nos falta ahora no es cerrarnos la cintura… es actuar, comprar cosas, crear cosas…”.
La Teoría General se plantea que, en una economía en recesión por
insuficiencia de la demanda para determinar la ocupación total de los
recursos, el sector público puede incrementar el gasto público, aun
incurriendo en déficit, para impactar favorablemente la demanda
agregada, consumo e inversión, con manejo de tasas de interés a la baja
en el largo plazo, esto último propende a activos menos líquidos,
particularmente inversiones reales productivas. Para el keynesianismo la
cantidad de dinero que se quiere conservar depende de la relación de la
tasa actual de interés y la tasa esperada, si esta última es más alta,
se incrementara la preferencia por la liquidez y se afecta negativamente
la inversión, somero fue Keynes en esta materia: “…el incentivo para
invertir depende en parte de la curva de demanda de inversión y en parte
de la tasa de interés.” En el proceso de reajuste deben nivelarse la
propensión a ahorrar con la inversión, jugando rol vital la eficiencia
marginal del capital, las expectativas y el estado de confianza a largo
plazo. Se encontrarían así las condiciones para regresar a la senda del
crecimiento con reducción del paro. Recuérdese que en el sistema
Keynesiano la desaceleración de la inversión se remite a fluctuaciones
económicas temporales, no hay colapso definitivo, a lo máximo colapso
temporal de los incentivos para invertir.
La historia de la pos guerra agrega que el pensamiento de Keynes
contribuye sustantivamente con un largo ciclo de crecimiento del
capitalismo desarrollado, 1945-1973, que responde por la creación del
llamado “estado del bienestar” en Europa y el surgimiento de los Estados
Unidos de Norteamérica como potencia económica, política y militar.
Quisiera hacer un aparte acá al encontrarnos con el Keynes con vena de
intelectual esperanzado en el crecimiento incesante de la economía. En
su tercera visita a España, junio de 1930, invitado por el comité
hispano –ingles dictó una conferencia en Madrid, en la residencia de
estudiantes, que título: “Las posibilidades económicas de nuestros
nietos”. Es un optimista ensayo en el que pronostica que en el largo
plazo, por efecto del crecimiento continuo del producto, la humanidad
podrá disfrutar de más tiempo para el ocio y dedicarse a los placeres de
la vida. El PIB crecería entre 1,4% y 2.1%. En el estudio se plantea un
horizonte de 100 años que terminarían en 2030, en el cual además
predijo una reducción del trabajo semanal a 15 horas una vez resueltas
las necesidades materiales, así como que, sustentado en un acelerado
desarrollo de lo científico-técnico, “…En unos pocos años seremos
capaces de realizar todas las operaciones de agricultura, minería y
manufactura con la cuarta parte del esfuerzo humano a que estamos
acostumbrados”. Sin duda era un economista original, agudo, aun cuando
en este caso sus predicciones fueron erróneas.
El Keynesianismo convertido en paradigma que revolucionó la economía
política no cuestiona el orden capitalista, le da su remedio anti
cíclico. De hecho, Keynes ejerció una honestidad intelectual en este
terreno a toda prueba, no engaño a nadie, en un ensayo suyo titulado
¿Soy un liberal? expresó : “Puedo estar influido por lo que me parece de
sentido de justicia, pero la lucha de clases me encontrará del lado de
la burguesía educada” y, al referirse a las potencialidades del sistema
capitalista llego a afirmar: “Por mi parte soy de la opinión de que,
probablemente, un capitalismo manejado de forma inteligente pueda
cumplir con sus tareas económicas mejor que cualquier otro sistema que
tengamos a la vista por el momento, pero también creo que se pueden
hacer muchas objeciones al capitalismo en sí.”
La crisis financiera global que irrumpe en 2008-2009 regresa a Keynes al
debate económico en el siglo XXI. El neoliberalismo hegemónico desde la
stanflación se resiente para explicar y solucionar la ya prolongada
desaceleración del capitalismo mundial. La política de austeridad feroz
que le han aplicado los gobiernos, el FMI y los bancos al pueblo europeo
es cuestionada desde la ciencia económica por neo keynesiano, premios
Nobel, de la calidad científica de Paul Krugman y Joseph Stiglitz.
Ochenta años después de su irreverencia inteligente y científica frente
al liberalismo clásico creo que es bueno que batalle junto a los pueblos
con su añeja frase de: “la expansión, no la recesión, es el momento idóneo para la austeridad fiscal”
y, es justo que los economistas le recordemos por valorar su aporte a
nuestra ciencia de una ruptura que construyó paradigma histórico,
aceptado universalmente independientemente que compartas o no con Keynes
su visión.
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