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martes, 5 de julio de 2016

J.M.Keynes: Entre lo paradigmàtico y el apego al orden

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La historia del pensamiento económico universal en relación a la relevancia del conocimiento científico registra en las obras: La riqueza de Las Naciones de Adam Smith, la superación rigurosa del mercantilismo y la fisiocracia, así como el nacimiento de la economía política como ciencia; en El Capital de Carlos Marx, la develación histórica y crítica impugnadora del funcionamiento del capitalismo y; en La Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero de Jhon Maynard Keynes, una confrontación paradigmática con los fundamentos del laissez faire y una asertiva política económica de intervención estatal para corregir desequilibrios macroeconómicos de corto plazo del capitalismo.
Son tres explicaciones del modo de funcionamiento del sistema capitalista en diferentes fases de su evolución histórica con indiscutido rigor científico.
Sin declararme Keynesiano digo que es imposible negar el impacto del pensamiento de este economista británico en el siglo XX y en lo que va del XXI. Sus aportes, sus construcciones teóricas, sus debates, el papel jugado luego de la primera guerra mundial y al término de la segunda, fueron trascendentes.
Su obra La Teoría General es un libro complejo, difícil e intrincado, así lo encontré cuando joven estudiante de economía, igual cada vez que vuelvo sobre el en décadas. En el mismo prefacio lo advertía con alguna arrogancia intelectual: “Dirijo este libro especialmente a mis colegas economistas,…Su principal objeto es ocuparse de las difíciles cuestiones de la teoría, y solo secundariamente de sus aplicaciones prácticas.” A tal efecto, uno de los mejores economistas contemporáneos, premio Nobel, Paul Samuelson, dijo del libro y del autor: “Un libro mal escrito…organizado insuficientemente, arrogante, de mal talante y polémico. En resumen: la obra de un genio “.
Las ideas principales de la obra de Keynes no fueron bien recibidas por la comunidad académica, política e intelectual de la Inglaterra de 1936. El liberalismo dominante no lo aceptaba, pero en este texto y en otros, Keynes no dio ni pidió cuartel. Adelantó una crítica feroz al libre mercado, “si la economía ortodoxa está en desgracia, la razón debe buscarse no en la superestructura, que ha sido elaborada con gran cuidado por lo que respecta a su consecuencia lógica, sino en la falta de claridad y generalmente de sus premisas…..Supongo que quienes se aferran demasiado a lo que llamare la teoría clásica vacilaran entre la creencia de que estoy completamente equivocado y la de que no estoy diciendo nada nuevo. “ Keynes no guardaba palabras para dejar sentado que su libro abría la polémica con sus colegas de época para aclarar según él “las diferencias profundas de criterio” con los que en su opinión “…, por ahora, han destruido casi toda la influencia práctica de la teoría económica…”.
La Teoría General tuvo el contexto histórico de la época del capitalismo monopólico privado con una fuerte acumulación de capital y el estallido de la Gran Depresión económica más profunda y prolongada que registre en su historia el capitalismo planetario. Los instrumentos clásicos del equilibrio sin paro forzoso, del dominio de las fuerzas del mercado y sus automatismos, la enajenación del estado respecto de lo económico, entro en crisis y desencadena la teoría de Keynes quien la defiende frente a la ortodoxia de la economía clásica y liberal, aferrada al autocontrol de la economía por el libre mercado.
Jhon Keynes critica abiertamente el caos reinante, ya advertido, en parte por él, en su obra previa “Las consecuencias económicas de la paz”, en la que fustigó las reparaciones de guerra humillante e imposible de cumplir impuestas al pueblo Alemán en el Tratado de Versalles de 1919 y, que en su análisis traería grave consecuencia económica en el futuro. Acá su intelecto fue premonitorio.
Si bien es cierto, la categoría económica fundamental de su obra es la Demanda Efectiva, en el centro de su crítica está la ausencia del Estado en la regulación de la economía: “Los errores más destacados de la sociedad económica en que vivimos son su fracaso para tomar medidas precautorias a favor del pleno empleo y la forma arbitraria e inequitativa en que distribuye la riqueza y el ingreso.”
Este era el punto de partida para el nacimiento de la macroeconomía moderna y de la política económica de corto plazo que buscaba restablecer los equilibrios para salir de la depresión y el paro, al unísono, Keynes se confrontaba y superaba teóricamente con los dos mecanismos de ajuste utilizados por la economía clásica, estos eran, los tipos de interés y los salarios. Ambos en dinámica económica responsables de procesos de desaceleración del crédito y en consecuencia de la inversión, el primero, y de contracción del consumo, el segundo. El dogma dominante entre los economistas se refería a que las fuerzas del mercado garantizaban por si solas el equilibrio y la plena ocupación de los factores productivos. Keynes al laissez faire le antepone la participación activa del estado para lograr equilibrios y garantizar el bienestar de la sociedad y la reproducción del orden.
Ante el dilema de ¿gastar o ahorrar? en crisis, el economista Jhon Keynes argumentaba: “La mejor estimación que yo pueda conjeturar es que todas las veces que se economizan cinco shillings (antigua moneda inglesa) se priva a un hombre de trabajo durante una jornada… Por el contrario todas las veces que se compran mercancías se contribuye a multiplicar los empleos ofrecidos a los trabajadores, con la reserva de que las mercancías compradas deben ser británicas y fabricadas aquí, si se quiere una mejora de la situación de empleo en el país… Pues lo que nos falta ahora no es cerrarnos la cintura… es actuar, comprar cosas, crear cosas…”.
La Teoría General se plantea que, en una economía en recesión por insuficiencia de la demanda para determinar la ocupación total de los recursos, el sector público puede incrementar el gasto público, aun incurriendo en déficit, para impactar favorablemente la demanda agregada, consumo e inversión, con manejo de tasas de interés a la baja en el largo plazo, esto último propende a activos menos líquidos, particularmente inversiones reales productivas. Para el keynesianismo la cantidad de dinero que se quiere conservar depende de la relación de la tasa actual de interés y la tasa esperada, si esta última es más alta, se incrementara la preferencia por la liquidez y se afecta negativamente la inversión, somero fue Keynes en esta materia: “…el incentivo para invertir depende en parte de la curva de demanda de inversión y en parte de la tasa de interés.” En el proceso de reajuste deben nivelarse la propensión a ahorrar con la inversión, jugando rol vital la eficiencia marginal del capital, las expectativas y el estado de confianza a largo plazo. Se encontrarían así las condiciones para regresar a la senda del crecimiento con reducción del paro. Recuérdese que en el sistema Keynesiano la desaceleración de la inversión se remite a fluctuaciones económicas temporales, no hay colapso definitivo, a lo máximo colapso temporal de los incentivos para invertir.
La historia de la pos guerra agrega que el pensamiento de Keynes contribuye sustantivamente con un largo ciclo de crecimiento del capitalismo desarrollado, 1945-1973, que responde por la creación del llamado “estado del bienestar” en Europa y el surgimiento de los Estados Unidos de Norteamérica como potencia económica, política y militar.
Quisiera hacer un aparte acá al encontrarnos con el Keynes con vena de intelectual esperanzado en el crecimiento incesante de la economía. En su tercera visita a España, junio de 1930, invitado por el comité hispano –ingles dictó una conferencia en Madrid, en la residencia de estudiantes, que título: “Las posibilidades económicas de nuestros nietos”. Es un optimista ensayo en el que pronostica que en el largo plazo, por efecto del crecimiento continuo del producto, la humanidad podrá disfrutar de más tiempo para el ocio y dedicarse a los placeres de la vida. El PIB crecería entre 1,4% y 2.1%. En el estudio se plantea un horizonte de 100 años que terminarían en 2030, en el cual además predijo una reducción del trabajo semanal a 15 horas una vez resueltas las necesidades materiales, así como que, sustentado en un acelerado desarrollo de lo científico-técnico, “…En unos pocos años seremos capaces de realizar todas las operaciones de agricultura, minería y manufactura con la cuarta parte del esfuerzo humano a que estamos acostumbrados”. Sin duda era un economista original, agudo, aun cuando en este caso sus predicciones fueron erróneas.
El Keynesianismo convertido en paradigma que revolucionó la economía política no cuestiona el orden capitalista, le da su remedio anti cíclico. De hecho, Keynes ejerció una honestidad intelectual en este terreno a toda prueba, no engaño a nadie, en un ensayo suyo titulado ¿Soy un liberal? expresó : “Puedo estar influido por lo que me parece de sentido de justicia, pero la lucha de clases me encontrará del lado de la burguesía educada” y, al referirse a las potencialidades del sistema capitalista llego a afirmar: “Por mi parte soy de la opinión de que, probablemente, un capitalismo manejado de forma inteligente pueda cumplir con sus tareas económicas mejor que cualquier otro sistema que tengamos a la vista por el momento, pero también creo que se pueden hacer muchas objeciones al capitalismo en sí.”
La crisis financiera global que irrumpe en 2008-2009 regresa a Keynes al debate económico en el siglo XXI. El neoliberalismo hegemónico desde la stanflación se resiente para explicar y solucionar la ya prolongada desaceleración del capitalismo mundial. La política de austeridad feroz que le han aplicado los gobiernos, el FMI y los bancos al pueblo europeo es cuestionada desde la ciencia económica por neo keynesiano, premios Nobel, de la calidad científica de Paul Krugman y Joseph Stiglitz.
Ochenta años después de su irreverencia inteligente y científica frente al liberalismo clásico creo que es bueno que batalle junto a los pueblos con su añeja frase de: “la expansión, no la recesión, es el momento idóneo para la austeridad fiscal” y, es justo que los economistas le recordemos por valorar su aporte a nuestra ciencia de una ruptura que construyó paradigma histórico, aceptado universalmente independientemente que compartas o no con Keynes su visión.

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